PLAN DE DESARROLLO 2004-2011 SANCIONADO - Incoder

alances, sólo la patria recibió negra afrenta. De esta manera, lo que en sus comienzos fue simple adhesión platónica a un
régimen, o manipulación de la casta dominante, se transformó luego en incontenible torrente de venganzas y odios. Este
doble juego de actitudes opuestas tuvo fatales resultados. Y el sur fue, sucesivamente, paredón para Macaulay y Caycedo y
Cuero; ergástula para Nariño; trinchera feral para todos los campeones de la Magna Epopeya. Aquí lloró Bolívar y mellaron
sus espadas Sucre, Valdés, León Torres, Herrán, Salóm, Flórez. Aquí las tropas regulares fueron humilladas por
montoneras de indígenas armados de palos y pedruscos. Aquí la táctica de Don Basilio García, emparapetada detrás de las
corazas pastusas, hizo que el Carro de la Victoria, en definitiva, perdiera una de sus ruedas en la Batalla de Bomboná, el 7
de abril de 1.822. Aquí, finalmente, la ausencia de una clase dirigente que estuviera a tono con las circunstancias, la
intransigencia y el dogmatismo del Obispo de Popayán, Don Salvador Jiménez de Enciso y Cobos, retardaron
considerablemente el éxito de la campaña libertadora.
Por el lado patriota, el camafeo ostenta relieves macabros: Incendios, depredaciones, saqueos parejas de hombres
arrojados al Guáitara, millares de viejos y mozos arrancados de sus hogares a la fuerza de sus hogares, en peregrinación
obligada hacia Junín y Ayacucho. Y una fecha, que haría avergonzar hasta un núcleo de salvajes, 24 de diciembre de 1.822,
en esa noche de infamia e injuria, el batallón Rifles mancilló lo más sagrado y convirtió en alcobas de orgía los templos de la
urbe. Por ello, cuando Agustín Agualongo organizó la resistencia contra tanta iniquidad, lo siguió todo un pueblo ofendido en
su dignidad. Ya no fue la exaltación de un monarquismo retrógrado, sino la reacción colectiva ante la violación de
elementales derechos humanos. El gesto del Caudillo, no obstante, resultó estéril.
Los habitantes del meridión no fueron, no podían ser enemigos de la libertad. En determinado momento se limitaron a no
contemporizar con los excesos ni con los crímenes, sin que en esta posición estuviesen en discusión los orígenes del poder.
Al cambiar los métodos, cesó la resistencia. Y sobre las cenizas de los máximos guerrilleros, se levantó el pedestal de la
República. Entonces los centauros del sur desgajaron frescos laureles al pie del Cundurcunca y en el Portete de Tarqui. Allí
se abrillantaron los bronces de Manuel de la Barrera, Miguel de Santacruz, Manuel Ordóñez, Custodio Rivera y muchos
otros que han perpetuado la fama.
Ya afianzada la nacionalidad, la región no salió de las encrucijadas. Fue únicamente una pausa en el camino de los
ambiciosos de turno y de los exiliados políticos. Unas veces pasaron hacia el triunfo. Otras regresaron hacia la muerte.
Sucre, Mosquera, Obando y Arboleda escribieron con sangre la tortuosidad de su itinerario. La sombra de los invasores
ecuatorianos aún divaga en los campos de Cuaspud. Cuando en 1.839 Obando capitalizó en su beneficio la revolución de
los conventos, se sintió fuerte al entrar en contacto con la tierra e hizo de ella su fortín y su foso.
Reiteradas contiendas intestinas multiplicaron la postración y los problemas de toda índole de la Provincia de Pasto, parte
integrante del Estado Soberano del Cauca, constituido por Ley de 15 de junio de 1.857”. (QUIJANO, 1985: 11 - 15).
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