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susana wesley - Igreja Metodista de Vila Isabel

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Aunque le fue difícil al principio someterse a esa disciplina, pronto se hizo a ella. Y con los<br />

<strong>de</strong>más viósele emplear una hora por día, por lo menos, visitando a enfermos y prisioneros,<br />

como así también leyendo páginas Devocionales y <strong>de</strong> las Escrituras a las familias pobres <strong>de</strong>l<br />

vecindario.<br />

A pesar <strong>de</strong> esa asociación y disciplina rígidas, <strong>de</strong> las buenas obras que practicaba a diario<br />

todavía perduraba en su alma un sentido <strong>de</strong> frustración, una atormentadora incertidumbre <strong>de</strong> si<br />

realmente estaría salvo <strong>de</strong> la "ira divina", puesto que a pesar <strong>de</strong> todo a lo que se sometía con<br />

tan eximia diligencia, parecíale que existía un abismo infranqueable entre su fragilidad humana<br />

y la gloria divina. Finalmente, tuvo una experiencia religiosa que fue <strong>de</strong>cisiva para el resto <strong>de</strong><br />

sus días. Esa vivencia daríale la seguridad que buscara tan afanosamente y sería el punto <strong>de</strong><br />

partida <strong>de</strong> todo su ministerio. El mismo cuenta esa experiencia en sus memorias:<br />

"Cierto día atormentándome una sed fuera <strong>de</strong> lo común y sintiendo una viscosidad<br />

<strong>de</strong>sagradable en mi boca, hice todo. lo que pu<strong>de</strong> por tener alivio, pero fue en vano. Me vino<br />

entonces la sugestión <strong>de</strong> que cuando Jesucristo exclamó 'tengo sed' sus sufrimientos<br />

estuvieron cerca <strong>de</strong>l fin. Sin po<strong>de</strong>r impedirlo, caí sobre mis rodillas junto a la cama, gritando:<br />

'¡Tengo sed, tengo sed!' Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> eso hallé y sentí en mí mismo que había sido<br />

libe­rado <strong>de</strong>l peso que tan gran<strong>de</strong>mente me oprimiera. El espíritu <strong>de</strong> pesar me fue quitado y<br />

supe lo que era verda<strong>de</strong>ramente regocijarse en Dios mi Salva­dor y por algún tiempo no pu<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> cantar salmos doquier estuviese. "Así terminaron, pues, los días <strong>de</strong> mi pesar. En ese<br />

entonces el espíritu <strong>de</strong> Dios tomó posesión <strong>de</strong> mi alma." (5)<br />

Esto acaeció siete semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la Pascua <strong>de</strong> 1735. Como acontecería tres años más<br />

tar<strong>de</strong> con Wesley, no pudo contener la alegría <strong>de</strong> su hallazgo y tuvo que proclamar la gracia<br />

divina a todos aquellos que estaban bajo la maldición <strong>de</strong>l pecado y presa <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación.<br />

En el principio <strong>de</strong> la primavera <strong>de</strong> ese mismo año <strong>de</strong> su conversión, Whitefield volvió al mismo<br />

lugar <strong>de</strong> su nacimiento, en Gloucester, don<strong>de</strong> el médico le había enviado con la esperanza <strong>de</strong><br />

que aflojara en su "exage­rada disciplina religiosa". Fue durante ese período <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso<br />

forzoso que encontró su paz con Dios.<br />

Pronto la fama <strong>de</strong> sus predicaciones alcanzó a las mu­chedumbres y éstas vinieron<br />

atropelladamente a escu­charle. Esa popularidad, a pesar <strong>de</strong> la humildad que habíale<br />

caracterizado hasta entonces, convenciéronle que <strong>de</strong>bía realmente ser un escogido <strong>de</strong> Dios, un<br />

instrumento al que el Señor lanzara mano para hacer cosas maravillosas. Esa fue la tremenda<br />

tentación <strong>de</strong> su vida y trazas <strong>de</strong> la exaltada opinión <strong>de</strong> sí mismo aparecen en los escritos que<br />

encierran sus memorias. Esa exage­rada autoestima acarreóle tremendas críticas,<br />

especial­mente <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> aquellos que no podían suscitar la misma popularidad.<br />

A algunos parecíales que él obraba abusivamente con la impresionable imaginación, <strong>de</strong>l pueblo<br />

común. Mas innegablemente él lo hacía movido por un irresistible sentido <strong>de</strong> vocación y por su<br />

entrañable amor a Cristo, a quien daba el crédito <strong>de</strong> habcrle trasladado <strong>de</strong> los tormentos<br />

terrenales y eternos, a una vida <strong>de</strong> santidad en la tierra y <strong>de</strong> gloria en el cielo. Las palabras<br />

fluían <strong>de</strong> su boca en torrentes, la gente lloraba extasiada y conmovida, quedando a veces<br />

como fulminada bajo el empuje <strong>de</strong> su elocuencia. Sus contemporáneos aseveran que jamás<br />

hubo otro que impresionara más con su mágica palabra que Jorge Whitefield. La gente venía<br />

<strong>de</strong> distancias consi<strong>de</strong>rables para oírle y nunca saciábase con lo que oía, a pesar <strong>de</strong> que él<br />

pero­raba largo y tendido.<br />

No era costumbre en la Iglesia Anglicana or<strong>de</strong>nar a un ministro muy joven, generalmente no lo<br />

hacían antes <strong>de</strong> los 23 años <strong>de</strong> edad. Sin embargo, el obispo <strong>de</strong> Gloucester, Martín Benson,<br />

contando Whitefield tan solo 21 años, mandóle un día a llamar y díjole que si estaba dispuesto<br />

a recibir or<strong>de</strong>nación, él no tendría reparos en hacerlo. Parece que en ese asunto intervino Lady<br />

Selwyn, una mujer <strong>de</strong> la nobleza, quien le escuchara y quedara profundamente impresionada<br />

con su prédica. Esta fue la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong>l buen obispo:<br />

“Aunque afirmé que no or<strong>de</strong>naría a nadie menor <strong>de</strong> 23 años <strong>de</strong> edad, sin embargo creo que es<br />

mi <strong>de</strong>ber or<strong>de</strong>narte cuando quisieres venir a recibir las sagradas ór<strong>de</strong>nes.” (6)

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