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susana wesley - Igreja Metodista de Vila Isabel

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CAPÍTULO DUODÉCIMO.<br />

DESTELLOS INEXTINGUIBLES<br />

"No anhelamos morar en .túmulos,<br />

Ni en oscuras monásticas celdas,<br />

Relegados por votos y barrotes;<br />

A todos, libremente, nos ofrecemos,<br />

Constreñidos por el amor <strong>de</strong> Jesús,<br />

A vivir cuales siervos <strong>de</strong> la humanidad".<br />

Carlos Wesley.<br />

Probablemente haya aquellos que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber; leído<br />

las páginas que antece<strong>de</strong>n, exclamen: "¡Pero en aquellos<br />

tiempos había gigantes en la tierra!" De que ellos fueron<br />

gigantes en el or<strong>de</strong>n moral y espiritual, no nos cabe duda,<br />

pero sí ponemos en duda <strong>de</strong> que esa estir­pe <strong>de</strong> gente sólo<br />

hubiese podido existir en "aquellos tiempos".<br />

Si analizáramos íntimamente la vida, el ser, las posibilida<strong>de</strong>s<br />

y el medio ambiente en que actuaron, amén <strong>de</strong> otros<br />

<strong>de</strong>talles, <strong>de</strong>scubriríamos que eran hombres y mujeres <strong>de</strong><br />

carne y hueso como nosotros, quienes vivie­ron sin duda<br />

alguna en épocas y circunstancias mucho menos favorables<br />

que las nuestras.<br />

El Dios que ellos ado­raban y por quien vivieron y murieron,<br />

es el mismo Dios. y el Salvador, <strong>de</strong> quien recibieron<br />

re<strong>de</strong>nción y gracia, es todavía el mismo, en el <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l<br />

escritor <strong>de</strong> la carta a los Hebreos, "ayer, hoy y para siempre".<br />

El principal instru­mento <strong>de</strong> inspiración y trabajo es todavía el mismo: las Sagradas Escrituras.<br />

El pueblo, en el medio <strong>de</strong>l cual vivimos y actuamos, salvada la apariencia exterior y el lustre <strong>de</strong><br />

una civilización agraciada por los a<strong>de</strong>lantos téc­nicos <strong>de</strong> la ciencia, es el mismo pueblo que<br />

enfrenta, cada día, vida y muerte, tristezas y alegrías, pasiones y esperanzas, <strong>de</strong>silusiones y<br />

ensueños, sed <strong>de</strong> integración y eternidad e inquietud por permanencia y estabilidad.<br />

Esos personajes que pasamos en revista no eran todos ellos sabios, no. eran todos ellos<br />

ignorantes. Algunos, y por cierto la mayoría <strong>de</strong> los lí<strong>de</strong>res, recibieron la mejor educación<br />

posible en esa edad: pisaron los atrios uni­versitarios; casi todos ellos recogieron honores;<br />

fueron oradores <strong>de</strong> alto vuelo; se co<strong>de</strong>aron con los gran<strong>de</strong>s y sus nombres quedaron<br />

registrados en la historia entre aquellos que alcanzaron mérito ante los hombres y gra­cia ante<br />

Dios.<br />

Otros fueron humil<strong>de</strong>s, en cuanto a letras humanas y a veces completamente ignorantes, <strong>de</strong> la<br />

misma compañía <strong>de</strong> la que formaron parte los pescadores <strong>de</strong>l Mar <strong>de</strong> Galilea que<br />

acompañaron a Jesús en los prístinos días <strong>de</strong>l Evangelio. No pocos <strong>de</strong> éstos vinieron <strong>de</strong> las<br />

capas más humil<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la sociedad, don<strong>de</strong> las luces <strong>de</strong>l intelecto eran escasas <strong>de</strong>bido al<br />

apremio por ganarse el pan <strong>de</strong> cada día y a la preocupación constante por la falta <strong>de</strong> las cosas<br />

más necesarias a una vida normal y <strong>de</strong>cente.<br />

Pasamos por toda la gama <strong>de</strong> las posibilida<strong>de</strong>s intelectuales, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que está en el pináculo<br />

<strong>de</strong> la sabiduría humana hasta aquel que está sumergido en la' más <strong>de</strong>primente ignorancia. Sin<br />

embargo, vemos que todos ellos recibieron en un momento dado o a través <strong>de</strong> alguna<br />

contingencia inesperada o por una búsqueda porfiada y agonizante, la luz que ilumina el alma y<br />

que la hace ascen<strong>de</strong>r a los pináculos <strong>de</strong> las mejores alturas y arranca <strong>de</strong>l fango a los que<br />

caminan por valles <strong>de</strong> som­bra y miseria.

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