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susana wesley - Igreja Metodista de Vila Isabel

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años antes que él. Juan Wesley escribió en sus memorias que era una mujer "candorosa y<br />

humanitaria". Varios testi­monios dan fe <strong>de</strong> que ella fue esposa consagrada y cons­ciente <strong>de</strong><br />

sus <strong>de</strong>beres, aunque Whitefield por su itine­rancia tenía que <strong>de</strong>jarla largo tiempo sola en casa,<br />

tanto en Inglaterra como en América, puesto que no era muy dada a viajar.<br />

A pesar <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s esfuerzos evangelísticos casi sin prece<strong>de</strong>ntes y <strong>de</strong> su <strong>de</strong>voción en<br />

favor <strong>de</strong> los huérfanos, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> otras empresas menores, su obra no alcanzó la<br />

transcen<strong>de</strong>ncia que tuvo, y tiene, la que llevaron a cabo Juan y Carlos Wesley. Faltábale genio<br />

organizador, equi­librada calma y paciencia para recibir consejos <strong>de</strong> otros, puesto que tenía la<br />

convicción <strong>de</strong> que para todas las cosas recibiría la dirección <strong>de</strong> Dios y que por lo tanto todo<br />

<strong>de</strong>bía tener una solución feliz.<br />

Sin embargo, siempre se le recordará en la historia <strong>de</strong> la Iglesia Cristiana como uno <strong>de</strong> los<br />

raros prodigios <strong>de</strong> oratoria fulminante y casi <strong>de</strong>magógica. Predicaba a tiem­po y fuera <strong>de</strong><br />

tiempo, sin medida y sin preocuparse por el esfuerzo que esto exigía a su físico, siempre<br />

enfermizo y sujeto a periódicos achaques. Calcúlase que durante un período <strong>de</strong> treinta y cuatro<br />

años, predicó dieciocho mil sermones. Su promedio semanal era <strong>de</strong> unos diez. En América<br />

asumió el compromiso <strong>de</strong> viajar a caballo en un circuito <strong>de</strong> mil quinientas millas, para predicar<br />

ince­santemente mientras itineraba.<br />

Es inverosímil lo que se cuenta acerca <strong>de</strong> las muchedumbres que agolpábanse <strong>de</strong> todas<br />

partes, cuando corría la voz <strong>de</strong> que se aproximaba a alguna localidad. Venían a pie, a caballo,<br />

en carros, cruzando campos, valles y bosques, como atraídos por una fuerza irresistible. Y rara<br />

era la persona que no le escu­chara y sintiera en sí el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> arrepentirse <strong>de</strong> su vida pasada<br />

y aceptar la cruz salvadora <strong>de</strong> Cristo. En cierta ocasión, cuando el médico aconsejóle a que se<br />

limitara en sus predicaciones, escribió en su Diario: "Estoy redu­cido a la corta ración <strong>de</strong><br />

predicar solamente una vez durante los días hábiles y dos veces los domingos."<br />

Su ministerio fue compartido entre América y Gran Bretaña. Cruzó el Atlántico trece veces, su<br />

itinerario en América iba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo que es hoy el estado <strong>de</strong> Georgia hasta Maine. Viajaba a<br />

Inglaterra principalmente para levantar dinero para su orfanato <strong>de</strong> Savannah y para conservar<br />

vivas sus relaciones en la madre patria. Amé­rica fue su campo predilecto. De hecho escribió:<br />

"Me gusta andar errante por los bosques <strong>de</strong> América y mu­chas veces pienso que no <strong>de</strong>bo más<br />

volver a Inglaterra."<br />

Y realmente no volvería más. Murió el 30 <strong>de</strong> setiembre <strong>de</strong> 1770, encontrándose a la sazón y a<br />

pesar <strong>de</strong> lo precario <strong>de</strong> su salud, en una jira evangelística. Es realmente impresionante el relato<br />

que tenemos <strong>de</strong> sus últimas horas <strong>de</strong> vida:<br />

"El había partido en ese mismo día para New­buryport, don<strong>de</strong> esperábase que predicaría al día<br />

siguiente. Durante la hora <strong>de</strong> la cena, el, patio en frente <strong>de</strong> la casa y aún la entrada, llenáronse<br />

con gente, que empeñábase en oír unas pocas palabras <strong>de</strong> sus labios elocuentes. Pero estaba,<br />

exhausto y, levantándose <strong>de</strong> la mesa, dijo a uno <strong>de</strong> los clérigos que estaban con él: "Hermano,<br />

usted <strong>de</strong>be hablar a esta gente yo no puedo <strong>de</strong>cirles una sola palabra". Y tomando una vela se<br />

apresuró para ir a su dor­mitorio, pero antes <strong>de</strong> llegar se paró, una sugestión <strong>de</strong> su corazón<br />

generoso le <strong>de</strong>cía que no <strong>de</strong>bía aban­donar así a una muchedumbre ansiosa y hambrienta por<br />

el pan <strong>de</strong> vida que anhelaba recibir <strong>de</strong> sus manos. Parose sobre los peldaños para dirigirles la<br />

Palabra. El ya había predicado su ultimo sermón. Esta sería su última exhortación: Parecería<br />

que algún extraño pensamiento, algún vago presentimiento se hubiese posesionado <strong>de</strong> su<br />

alma con la aprehensión triste <strong>de</strong> que esos momentos eran <strong>de</strong>masiado precio­sos para que los<br />

usara para su <strong>de</strong>scanso. Demoróse en la escalera, mientras la muchedumbre lo contem­plaba<br />

con ojos llorosos, como Eliseo al contemplar al profeta que ascendía al cielo. Su voz, que tal<br />

vez jamás vibrara más musical y emotiva, fluyó incesantemente hasta que la vela, que<br />

levantara en su mano, consumióse totalmente. A la mañana siguiente él ya no era, Dios<br />

habíale tomado para sí." (11)<br />

:Murió <strong>de</strong> un ataque <strong>de</strong> asma. Cumplióse así el <strong>de</strong>seo que expresara en cierta ocasión, cuando<br />

un compañero le recomendaba que no se excediera en sus activida<strong>de</strong>s y no predicara tan a<br />

menudo como lo hacía: "Quiero consumirme antes que aherrumbrarme". Así terminó su vida<br />

aquél que fuera el verbo mágico y electrizante <strong>de</strong>l metodismo calvinista. Durante su época

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