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de mis pensamientos que ser empática conmigo y con ellas” (B3: 373-374, Octubre 6,
2010).
Según Rogers (1998) cuando un facilitador logra simbolizar e integrar las
experiencias en la imagen que tiene de sí mismo, alcanza la congruencia puesto que le
es posible concebir a “un ser humano imperfecto que puede brindar asistencia
terapéutica a otro ser humano imperfecto” (1998:53). Me percaté que alcancé la
congruencia cuando dejé de emitir juicios y me enfoqué en considerar y respetar a las
mujeres en su individualidad; “en su forma de compartir experiencias y ser tolerante en
su intimidad” (B4: 441-442, Octubre 13, 2010). También cuando estuve abierta a
percibir mi mundo interno y reconocer mis propias experiencias; “explorar en mi interior
y hablarme a mí misma” (B3: 351-352, Octubre 6, 2010). Igualmente, al reconocer
progresivamente mis tropiezos y aciertos, pues fluí con libertad al ejercer la facilitación,
“al momento que me expresaron sus vivencias, yo también experimentaba las mías”
(B5: 362-363, Octubre 20, 2010). Así, conforme establecí la relación entre el grupo de
mujeres, logré momentos de congruencia, pues de acuerdo con Egan (1975) un
facilitador “también escucha su propia conducta verbal y no verbal según interactúe con
el cliente” (1975:52).
Ese vaivén por conseguir la congruencia fue constante durante el lapso del taller,
aunque gradualmente la alcancé para ejercer la consideración positiva incondicional y la
comprensión empática hacia las participantes.
Consideración positiva incondicional
Uno de los conceptos clave en la teoría propuesta por Rogers (1998) es la
consideración positiva incondicional, la cual representa un valor fundamental en la
relación de encuentro, puesto que implica aceptar “la totalidad de la persona” (1998:42).
Me di cuenta que manifesté dicha actitud hacia las mujeres que asistieron al taller,
pues “fui amable y respetuosa con cada una de ellas” (B1: 180-181, Septiembre 22,
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