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El comportamiento de algunas mujeres en México se ha transformado a través de
los años; ha dejado de ser una asignación de rol exclusivamente para las labores
domésticas, de reproducción y crianza. Actualmente se han incorporado al desarrollo
intelectual y profesional, y son parte de la fuerza de trabajo en los distintos ámbitos del
mundo laboral. Sin embargo, dicha incorporación ha ocasionado que sufra de rechazo
y conductas de hostigamiento desde sus parejas, hijos y familias, al generar alianzas
encubiertas para así restringir su autonomía como personas. Su desempeño profesional
está condicionado a la predominancia ideológica de no descuidar las tareas para las
que tradicionalmente fueron formadas, y las ha llevado no sólo a competir por un lugar
en donde puedan demostrar sus capacidades intelectuales así como nuevas
habilidades, sino que ha provocado que la sobrecarga de roles y la sobre exigencia
hacia sí mismas, tienen que distribuir su tiempo entre el trabajo y los hijos.
De acuerdo con Berger y Luckmann (2006) no hay que olvidar que “los roles
representan el orden institucional […] En primer lugar, el desempeño del rol desempeña
el rol mismo […] En segundo lugar, el rol representa todo un nexo institucional de
comportamiento” (2006:97). Hoy día, la dignificación de las mujeres se ha confinado al
rol tradicional asignado y suma el nuevo rol adjudicado que tradicionalmente era
atribuido a los hombres. Su identidad como mujeres se ve afectada por la transferencia
de roles y se ven atrapadas en comportamientos de insatisfacción. “Si se dedica
exclusivamente al hogar, se siente frustrada e inútil; si trabaja y es madre, siente culpa
por descuidar a sus hijos y a su hogar” (Rodríguez, M. & Ramírez, P., 2004:90).
Considerar que una mujer sea asertiva, requeriría fortalecer parte de sus
habilidades sociales de interacción y comunicación. “Significa respetar mis deseos,
necesidades y valores y buscar su forma de expresión adecuada en la realidad”
(Branden, 1995: 138). No simboliza tener que ser más agresiva, sino la voluntad y
destreza general para manifestarse como un ser único, con necesidades básicas y de
crecimiento, la cual puede llegar a acuerdos estableciendo relaciones honestas a través
de la manifestación de los derechos propios, y reconociendo los derechos de otros de
una forma pacífica y considerada.
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