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Durante las décadas de los setenta y ochenta, el feminismo sufre un cambio en su
concepción de pensamiento, el acatamiento de las mujeres se identifica con su rol
maternal. En esta tercera etapa, el feminismo además de buscar la igualdad y
autonomía de la mujer, intenta una “espiritualización ética” del contrato social, “donde
[…] el reconocimiento de esta diferencia implica responsabilidad y no lucha” (Granados,
2009, pár 12). Está marcada por el fenómeno de la posmodernidad, ya que las mujeres
persiguen igualdad de representación en los sistemas políticos, hecho que se traduce
en acceso al poder.
Para la maternidad, se busca un cambio radical en las funciones domésticas donde
las mujeres siguen acarreando toda la carga del trabajo en casa y de la educación de
los hijos. No busca renunciar a la crianza, busca una manera de poder realizarse en la
maternidad sin tener que renunciar al éxito profesional;
[…] deben cumplir una especie de “doble jornada” asumiendo roles en diversos frentes que no
permiten la plena compatibilización de sus actividades. Esto se da porque en el escenario actual,
las mujeres comparten con los hombres el tiempo de trabajo remunerado, pero no se ha
generado un proceso de cambio similar en la redistribución de la carga de tareas domésticas
(Pizarro y Guerra, 2010:10).
Hasta el momento, la evolución ha provocado que esta construcción social vaya
cambiando y las mujeres adquieran independencia, estudien, trabajen fuera de su
hogar y se formen profesionalmente, de forma que cuando deciden unirse a un varón
para formar pareja, un hogar y una familia, ambos poco a poco, compartan la vida en
todos sus ámbitos.
Al presentarse la modernización, la sociedad ha sufrido un cambio en la visión del
desempeño del rol de la mujer, pues esta, tiene una presencia progresiva en la
actividad económica política y social del mundo. Esto hace que aparezcan nuevas
formas de feminidad; en el siglo XXI la mujer es independiente, se forma, trabaja dentro
y fuera de su hogar y comparte con su pareja sus responsabilidades domésticas y
familiares, pero aún sigue muy presente la exclusividad de la maternidad y el instinto
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