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Corcho Loco y Otros Relatos - GuajaRs

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4.- Placer.<br />

Alicia fuma marihuana en el Parque Forestal. Su amiga Johana prometió<br />

reunirse con ella en esta banca a las tres de la tarde. Ya son las cuatro y no tiene ni<br />

siquiera un mensaje de texto en el celular.<br />

Que se pudra, piensa Alicia y da una fuerte calada al huiro, tosiendo y fumando<br />

nuevamente. Está harta de promesas no cumplidas y castigos morales, de soñar<br />

despierta con diosas salidas del cine que llegan a cantarle serenatas. No quiere más<br />

guerra con su corazón, quiere perder toda su libido, que el deseo se vuelva un<br />

recuerdo, así la vida sería más sencilla.<br />

¡Pero si la conociste en una disco! ¡Un puticlub para tortilleras! Le grita su<br />

consciencia. El recuerdo de la noche anterior le golpea vívido. La visión de esa leona<br />

de jeans ajustado, camiseta gris y sin corpiño, de pie junto al bar en una postura sexy<br />

que se notaba incómoda, se grabó en su retina y desde entonces no pudo dejar de<br />

mirarla. La más alocada, la más hermosa, la que recibía todas las atenciones. ¿Por qué se<br />

iba a interesar en ti?<br />

De todas las mujeres ahí presentes, Alicia era la única que no se acercó a<br />

susurrar en su oído. Johana las enviaba a todas a volar con su sonrisa indiferente, a la<br />

pelirroja de anteojos que habría combatido de igual a igual con Helena de Troya, a la<br />

morena alta vestida con pieles negras suaves y cuero lustroso que se movía con una<br />

agresividad sexual contagiosa, la gorda desagradable que no dejaba de enviarle<br />

mensajes lujuriosos y descarados más propios de un travesti callejero, y todas las<br />

nenas inexpertas que llegaron en busca de una aventura que se transformara en<br />

pasión, como Alicia, pero que a diferencia de ella sí se atrevieron a invitar a Johana a<br />

bailar.<br />

Aunque ninguna tuvo éxito. Johana se mantuvo así, indiferente, incómoda en la<br />

barra, mirando sin mirar en todas direcciones, con un Cosmopolitan en una mano y un<br />

cigarrillo mentolado en la otra. Al cabo de un rato la presión de la multitud ardiente<br />

por hacerla reaccionar cedió, las cazadoras experimentadas y las aves de rapiña se<br />

replegaron hacia otros rincones, en busca de jovencitas soñadoras y de mujeres<br />

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