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Corcho Loco y Otros Relatos - GuajaRs

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pude sin asustarlo, esperé sentado en el pasto y allí me quedé, contemplándolo<br />

totalmente absorto por su belleza. No había nada sobrenatural en él, de eso estaba<br />

seguro.<br />

Se me acercó dando pequeños pasos, le sonreí, estiró sus brazos y bailó con<br />

más energía aún. Parecía feliz y me alegraban sus piruetas. De pronto se detuvo y su<br />

pecho subía y bajaba sin cesar. Me acerqué más, lo levanté con delicadeza y lo llevé<br />

dentro de la casa, donde le serví un vaso con agua para que bebiera, pero en vez de<br />

beberla se sumergió en ella y allí se quedó varias horas con una expresión de placer en<br />

su pequeño rostro.<br />

Lo observé con detenimiento. Su piel era como la superficie de una hoja, su<br />

boca servía sólo para respirar y lo que parecía un ombligo era su verdadera boca. Nos<br />

miramos y él comenzó a hacer gestos con sus manos. Era tan divertido que no pude<br />

parar de reír y eso parecía animarlo a seguir con las payasadas.<br />

Estuvimos así conversando varias horas. Deduje que era un vegetal animado,<br />

aunque no podía estar seguro de que lo fuera. Tal vez era un animal de esos que se<br />

camuflan entre las plantas. Y era inteligente a su modo, como lo era la Señora Ratón,<br />

como un niño, un duende inofensivo, alegre e inocente.<br />

Cuando el sol se ocultaba, lo dejé ir. Se despidió con una reverencia alegre y<br />

desapareció dando saltos entre los arbustos que crecían junto al riachuelo.<br />

Al día siguiente volvió acompañado por cinco más como él. Bailaron todos<br />

juntos e hicieron una coreografía de saltos y piruetas. Reí con sus caídas y bufonadas.<br />

De pronto todos se quedaron quietos, exagerando su cansancio, con miradas traviesas<br />

y representaciones dramáticas. Los dejé entrar a la cabaña y los puse a todos en una<br />

olla con agua fresca. Allí chapotearon toda la tarde hasta la caída del sol.<br />

Como no sabía de qué se alimentaban, les dí a probar trozos de frutas. Los<br />

sopesaron y se los introdujeron por el ombligo. Aplaudieron, sonrieron y pidieron<br />

más. Los atiborré con fruta y hojas de lechuga, hasta que se marcharon.<br />

Al día siguiente regresaron acompañados por diez más. Armamos un despelote<br />

en la casa, comieron frutas y chapotearon en las ollas, bailaron y aplaudieron. Apenas<br />

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