Corcho Loco y Otros Relatos - GuajaRs

Alguien está copiando un crimen antiguo, alguien que sabe demasiado.
Al bajar noto entre dos escalones mojados, a un lado de una lámpara
chamuscada, un mechón de cabello anudado con lana roja. ¡Maldición!
Veo a Amada radiante de felicidad el día de nuestro matrimonio. Amada
llorando a escondidas en la cocina. Amada escribiendo en su diario. Amada muriendo
de esa manera tan horrible.
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Me casé joven. Padre convino mi matrimonio con la hija de un granjero de
pocas posesiones en el extremo sur del pueblo, para acercarme al mundo de las
personas a quienes servíamos.
El granjero insistió en este matrimonio con un ahínco pocas veces visto, quería
casar a su hija conmigo a toda costa. Amada era su nombre, obesa y tímida. Amada
Carillón.
Jamás la había visto en el pueblo, cosa extraña en un lugar pequeño como éste.
Y tras el primer vistazo la aborrecí, toda sonrojada y ojos grandes.
Nos casamos un mes después. Sentado en un rincón de la fiesta observé
cómo todos se afanaban en pasarla bien, con Amada a mi lado, su cabeza
inclinada, mirándome de reojo. No dijo nada en toda la noche, sólo recuerdo de
ese día su sonrisa al momento de la argolla que nos amarraba, el temblor en
sus manos, el beso tímido, el término de la fiesta y el sexo rápido con la luz
apagada.
Desde ese día llegar a casa tras recorrer el pueblo por encargo de Padre no
era ningún agrado. Allí esperaba ella, ansiosa por atenderme, tejer, cocer, lavar,
siempre pendiente, siempre preocupada. Mis camisas bien planchadas, los trajes
limpios y sin pelusas... Nunca tuve un motivo para quejarme, lo que me irritaba
aún más.
Aparte del buen día y que duerma bien, nunca le oí decir nada más en todos
esos años. Asentía o negaba con la cabeza. Se encogía de hombros. Ni una palabra.
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