Corcho Loco y Otros Relatos - GuajaRs
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decidido utilizar drogas y disfraces para asustarlos terriblemente. Les hicieron creer<br />
que éramos gigantes y poderosos, capaces de romper una roca con dos dedos. Éramos<br />
dioses venidos del cielo. Éramos su perdición si volvían a bajar al valle.<br />
Los soltaron del otro lado del río, les dieron algunos golpes eléctricos e<br />
hicieron estallar algunos fuegos artificiales. Los pobres animales se fueron<br />
tropezando. Desde entonces no los volvimos a ver.<br />
Quizá con una correcta guía a través de algunos siglos, podrían convertirse en<br />
criaturas más sociables. En el pueblo se formó de inmediato un comité para ello, y<br />
llamaron a su proyecto “Neanderthal 2”.<br />
Preferí no pronunciarme al respecto. Allá ellos.<br />
El Fin del Invierno<br />
Ya había cumplido los cincuenta años cuando volvió a aumentar la temperatura<br />
y a deshielarse el valle. Mi amigo verde estaba viejo y desgastado. Yo también, pero no<br />
iba a dejar que la edad me desligara de mis obligaciones. Tuvimos que cambiar a los<br />
semilleros a macetas más grandes, porque crecían. Yo me casé con una joven de<br />
treinta años, Vita, y tuvimos tres hijos en cinco años. El tío verde los entretenía con sus<br />
bailes y canturreos, cuando no estaba muy cansado.<br />
El médico me devolvió los retoños que cuidaba en su casa, porque estaban<br />
prontos a nacer. La pareja que había vivido en mi casa se mudó cerca de mí con sus<br />
hijos. Luego vinieron otras familias y armamos un pequeño pueblo de este lado del río,<br />
que bautizamos "La Granja". Construimos un muro al rededor nuestro, por si acaso.<br />
Por entonces ya se había derrumbado el mito de los semilleros antropófagos y<br />
todos conocían al tío verde. Nadie temía a las plantas que pronto serían hombrecillos<br />
bailarines y alegres.<br />
El tío verde me confidenció que en esa etapa de sus vidas son muy voraces y<br />
molestos. Preferí guardar el secreto.<br />
Ese día mi amigo ya no pudo moverse de su asiento. Con ayuda de Vita y mis<br />
hijos lo llevé hasta un hoyo en el patio y lo enterré para que siguiera su ciclo vital. Fue<br />
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