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Corcho Loco y Otros Relatos - GuajaRs

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Tomamos precauciones. Separamos las casas para lograr cuarentenas más<br />

efectivas, redujimos la producción de desechos y establecimos reglas sanitarias<br />

básicas en lo que respectaba al tratamiento de los alimentos. Debimos hacerlo desde<br />

el principio.<br />

Los pulpos regresaron a hacer sus cosquillas y esa fue la señal de que<br />

volvíamos a la normalidad. Algunos decidimos alejarnos lo más posible del resto de la<br />

gente. Lo único que lográbamos era amargarlos con nuestras caras largas y miradas<br />

perdidas.<br />

Yo crucé el río, subí a las montañas y construí una cabaña junto a un riachuelo.<br />

Allí me quedé, como ermitaño, a descansar mis penas y cultivar algunas flores.<br />

Pequeños Hombrecillos Verdes<br />

Bajaba una vez al mes para asistir a las reuniones en el refugio, a enterarme de<br />

todo en un par de horas. El evento ya no me divertía como antes, pero de algún modo<br />

me mantenía conectado con la realidad. Y como siempre anotaba los relatos que<br />

coincidían y volvía a mi hogar para meditar sobre ellos.<br />

De todas las historias, una se repetía con insistencia: pequeños hombrecillos<br />

verdes aparecían dando saltos entre las malezas, realizaban algún rito o brujería y<br />

desaparecían sin dejar rastro. Pensé que podía ser otra burla inventada por algún<br />

ocioso, o que se trataba de alucinaciones provocadas por algún hongo en los cereales o<br />

qué sé yo. En realidad, no me importaba tanto. Tal vez en el futuro escribiera un libro<br />

a partir de todos los disparates que he oído en esas reuniones.<br />

Una mañana salí de casa a revisar mis flores cuando vi uno. Sentí escalofríos. El<br />

hombrecillo tenía la cabeza redonda, el estómago abultado, las extremidades<br />

delgadas, dos ojos saltones y la boca como una pequeña línea bajo los ojos. Era de<br />

color verde, no más grande que mi mano y sonreía paseándose entre las flores,<br />

tocándolas, mirándolas de cerca y sintiendo su aroma.<br />

De pronto me miró. Me congelé junto a la puerta y él comenzó a bailar,<br />

girando sobre un pie y dando pequeños saltos con destreza. Me acerqué lo más que<br />

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