Corcho Loco y Otros Relatos - GuajaRs
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Los niños jugaban a ser contrincantes en una guerra de la que nadie tuvo<br />
noticia en este lado del mundo.<br />
Y la hija...<br />
Sentí un nudo en el estómago. Su rostro, su mirada, su cabeza inclinada a un<br />
lado... la copia exacta de Amada... sin ser ella. Sentí un afecto profundo, luego horror.<br />
Amor y miedo derramados en lágrimas sucias.<br />
Regresé a mi hogar y me tendí a llorar. Amada, su retrato cayendo al fuego...<br />
En los días que siguieron limpié mi casa, reparé mi techo, lavé mi ropa,<br />
limpié mi cuerpo, corté mi cabello y afeité mi rostro. Pedí a la mujer que me traía la<br />
caridad que regresara para hacer las labores de la casa, porque ya me había<br />
recuperado. La noticia se difundió en el pueblo y fui bien recibido cuando volví a<br />
visitar las casas, libro bajo el brazo, persona por persona para dar cumplimiento a<br />
la doctrina. Nadie me hizo preguntas, había entrado al sitio sin retorno y estaba de<br />
vuelta, intacto.<br />
La última casa que visité ese mes fue la de los bárbaros. Tenían extrañas<br />
costumbres, cuando había buen tiempo comían al aire libre, con las manos. El<br />
patriarca iba todas las noches a la cantina y pedía una botella de aguardiente, que<br />
bebía directamente del gollete rugiendo luego de cada trago. Pagaba con una moneda<br />
de plata de acuñación tan exótica como él y se marchaba sin tambalearse siquiera.<br />
Cuando llegué a su puerta me atendió la mujer. El interior de la casa estaba<br />
vivamente adornado con telas finas y tejidos intrincados, iluminado con velas de<br />
intenso aroma.<br />
—Qué desea —ladró ella con acento cargado. Le expliqué mi labor, ella rió y<br />
dijo:— Eres pastor de almas.<br />
Pastor no era la palabra adecuada, pero a falta de otro referente mejor asentí.<br />
Entré a la casa y me sirvió un té aromático. No quise parecer descortés, no conocía sus<br />
maneras, de modo que acepté y esperé a que ella se sirviera otro, pero no lo hizo. En<br />
cambio se sentó en una silla que trajo de la cocina y se quedó mirándome. No había<br />
otro asiento donde pudiera acomodarme, de modo que permanecí de pie.<br />
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