Septiembre-octubre - Revista Ciencia y Desarrollo - Conacyt
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MARCELINO PERELLÓ<br />
El hombre que inventó la historia<br />
El laberinto de Sir Arthur<br />
N<br />
adie hubiera puesto la mano en el fuego por el<br />
futuro de Arthur John Evans, ese joven irreflexivo<br />
e irresponsable que dilapidó su juventud pateando<br />
Europa sin ton ni son. Nos encontramos<br />
a mediados del siglo XIX y en esa época la cosa no<br />
resultaba tan fácil como para los juniors de hoy.<br />
A pesar de ello, se pasó un buen tiempo con los<br />
lapones del norte de Finlandia, ya que eso de que<br />
fueran nómadas por lo visto le latía. En 1872, su<br />
padre tuvo que mover cielo y tierra para sacarlo de una<br />
prisión de Sarajevo, donde había sido encarcelado por<br />
conspirar junto a los patriotas bosnios para liberar su<br />
patria del yugo austro–húngaro.<br />
Quién sabe si fueron sus innumerables aventuras las<br />
que despertaron en él la insaciable curiosidad por la naturaleza<br />
de los pueblos o si, al contrario, fue esa curiosidad<br />
la que lo empujó a sus peregrinajes. A lo mejor ambas<br />
cosas son ciertas. El caso es que en 1884, cuando ya<br />
contaba con 33 años de edad, pareció sentar cabeza y fue<br />
nombrado director del Ashmolean Museum de Oxford,<br />
donde parecía poder compaginar su vocación de fisgón con<br />
el sedentarismo y cierto establishment. Sin embargo, su<br />
cabeza no debía estar muy bien sentada,<br />
pues pronto volvió a las andadas.<br />
Durante sus deambulaciones por los<br />
Balcanes se había dejado seducir por<br />
la antigua cultura helénica, pero había<br />
algo que no le cuadraba. ¿De dónde<br />
diantres había surgido esa cultura<br />
formidable? ¿Cuáles eran sus antecedentes?<br />
La historiografía de su época era<br />
más bien “ahistórica” y no se preocupaba<br />
demasiado por la filogénesis de<br />
las naciones; además los numerosos estudios que existían<br />
sobre los griegos de la antigua Hélade tampoco se<br />
preguntaban sobre los procesos históricos previos que la<br />
habían llevado a conformarse. Existía un hueco, un verdadero<br />
abismo histórico entre la decadencia de la antigua<br />
cultura egipcia y las del Asia Menor, lo mismo que con la<br />
aparición de los griegos. Un salto de casi mil años, que los<br />
restos de las culturas troyana o micénica, ligeramente anteriores,<br />
no explicaban, todos los especialistas parecían<br />
conformes con esa ausencia de explicación.<br />
Fue así como nuestro hombre se lanzó de nuevo a recorrer<br />
los caminos, esta vez del Peloponeso y las islas del<br />
Egeo, y sus esfuerzos fueron finalmente coronados de la<br />
manera más venturosa posible, dado que sus dudas e<br />
inconformidades resultaron maravillosamente acertadas.<br />
En la isla de Creta descubrió los restos de una civilización<br />
colosal, totalmente desconocida hasta entonces,<br />
a la que llamó minoica, pues había llegado a su esplendor<br />
bajo la égida del rey Minos, alrededor del año 2 000 a.C., y<br />
su capital, Knossos, habría sido el escenario de multitud de<br />
leyendas clásicas, entre ellas la celebérrima del laberinto<br />
del Minotauro. Evans llegó incluso a formular la hipótesis<br />
de que había hallado la<br />
mítica Atlántida. Y fuera o<br />
no cierto, lo que es indiscutible<br />
es que aquel muchacho<br />
desobligado, que perseguía<br />
renos junto al Ártico, no sólo<br />
dio sentido a la historia de<br />
Grecia, sino a la historia, a secas.<br />
Teseo redivivo, llevado<br />
por el hilo de Ariadna de su<br />
inquietud, supo resolver el<br />
laberinto.