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25.qxd 02/09/<strong>2002</strong> 03:50 p.m. Página 75<br />
RAMONA FEDERAL / ROSARIO | PAGINA 75<br />
mención honorífica <strong>de</strong>l jurado); una computadora<br />
Macintosh en un pe<strong>de</strong>stal, don<strong>de</strong> se podía<br />
clickear sobre una adictiva animación digital <strong>de</strong><br />
Roberto Echen que formaba una ban<strong>de</strong>ra<br />
argentina sumando pequeños pies (acaso una<br />
modosa versión local <strong>de</strong> la controvertida ban<strong>de</strong>ra<br />
norteamericana para pisar que Dread<br />
Scott expuso en el suelo <strong>de</strong> una escuela <strong>de</strong> arte<br />
<strong>de</strong> Chicago en febrero <strong>de</strong> 1989); “Cacerolazo”,<br />
collage realista geométrico <strong>de</strong> Gabriel<br />
Campero, que parecía aludir a la i<strong>de</strong>ología <strong>de</strong> la<br />
diversidad mediante variopintos matices <strong>de</strong><br />
celeste; un fotomontaje <strong>de</strong> la ban<strong>de</strong>ra y el texto<br />
<strong>de</strong> la ley que la instituye, sobreimpresos por<br />
Teresa Dauría; un “Simulcop” don<strong>de</strong> Liliana<br />
Agnellin y Verónica Franco repetían el tipo <strong>de</strong><br />
ready ma<strong>de</strong> irónico que usó la vanguardia local<br />
hacia 1968; y una “Memoria” (se sobreentien<strong>de</strong><br />
que <strong>de</strong> los <strong>de</strong>saparecidos) significada en el<br />
espacio <strong>de</strong> pared en blanco entre dos tablones<br />
monocromos, por lo <strong>de</strong>más minimalistas, pintados<br />
-¿adivinen <strong>de</strong> qué color?- por Pablo Raúl<br />
Domínguez.<br />
Según mi impresión, se trataba <strong>de</strong> tomar el lenguaje<br />
<strong>de</strong> los estilos internacionales posteriores<br />
a 1960 y, en vez <strong>de</strong> respetar su esteticismo formalista<br />
<strong>de</strong> origen, insuflarles un contenido<br />
didáctico. Esto se logró manipulando los elementos<br />
visuales <strong>de</strong> tales estilos para forjar una<br />
retórica <strong>de</strong> la imagen. ¿Conceptualismo, o<br />
Romanticismo? Más <strong>de</strong> lo segundo, lo cual no<br />
<strong>de</strong>bería sorpren<strong>de</strong>r a nadie, ya que los nacionalismos<br />
son <strong>de</strong>l siglo diecinueve también.<br />
Pero la buena leche (¡oh, Jauretche!) <strong>de</strong> la<br />
mayoría <strong>de</strong> los 39 artistas <strong>de</strong> este salón radicó<br />
en usar sabiamente este planchado <strong>de</strong>l arte<br />
mo<strong>de</strong>rno a manos <strong>de</strong> la ban<strong>de</strong>ra, adoptándolo<br />
menos como panfleto político que como discurso<br />
en torno a lo social. Aunque uno y otro se<br />
parezcan bastante, no hubo aquí tanto un uso<br />
político <strong>de</strong>l arte como una puesta <strong>de</strong>l arte al<br />
servicio <strong>de</strong> la terapia colectiva <strong>de</strong> una nación;<br />
reciclaje que se obtuvo combinando los elementos<br />
formales <strong>de</strong> la aventura estética, pero<br />
siguiendo las reglas retóricas <strong>de</strong> la comunicación<br />
visual.<br />
Un kitsch noble, por <strong>de</strong>cirlo con una paradoja.<br />
No un kitsch con pretensiones <strong>de</strong> arte, sino<br />
más bien un arte humil<strong>de</strong> que se aviene a servir<br />
a los fines <strong>de</strong> la vida; fines que, con todo,<br />
resultaron menos <strong>de</strong>cimonónicos <strong>de</strong> lo que uno<br />
se temía. La propuesta <strong>de</strong>l salón aparecía en el<br />
horizonte local como una perversa invitación,<br />
ya fuese al escándalo, ya fuese a asimilar la<br />
singularidad irreductible específica <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong><br />
vanguardia con la igualmente irreductible singularidad<br />
(¡los extremos se tocan!) que el<br />
nacionalismo <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha le atribuye a peligrosas<br />
entelequias tales como el “ser nacional”.<br />
Pero los artistas se apropiaron <strong>de</strong> la misma<br />
retórica visual alegorizante <strong>de</strong>l discurso patrio<br />
para bajar a tierra respecto <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>al y, en cambio,<br />
abordar la realidad <strong>de</strong>l presente. El discurso<br />
<strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> estas obras es, por lo<br />
tanto, más moral que político. Los artistas<br />
intentaron respon<strong>de</strong>r a la pregunta ética por<br />
excelencia: ¿qué <strong>de</strong>bemos hacer? condicionándola<br />
en esta otra: ¿qué po<strong>de</strong>mos hacer?<br />
Que la retórica fuese la <strong>de</strong> la alegoría tampoco<br />
era muy evitable, dado que el eje <strong>de</strong> la propuesta<br />
fue un símbolo. En las obras <strong>de</strong> Xil Buffone<br />
(“Leve”), Daniel Oberti (S/T, escritura sobre<br />
cinta tejida), Marina Gryciuk (S/T, 80 alfileteros),<br />
Norma Siguelboim (“La ban<strong>de</strong>ra”), Gabriela<br />
Pertovt (“Tejido criollo”) y Luján Castellani<br />
(“Bajo consumo”), predominaron las alegorías<br />
<strong>de</strong> la trama y <strong>de</strong> la red nodal. La bandada, la<br />
flotilla, la fila, la multitud or<strong>de</strong>nada, el texto<br />
colectivo, fueron diversas variantes <strong>de</strong> la imagen<br />
<strong>de</strong> lo social. Si la ban<strong>de</strong>ra, símbolo <strong>de</strong> la<br />
nación, es literalmente un pedazo <strong>de</strong> tela, y la<br />
nación es la noción política que representa al<br />
país en cuyo territorio habita una <strong>de</strong>terminada<br />
sociedad, entonces los hilos -o los nodos- son<br />
metáfora <strong>de</strong> cada ciudadano. Si los hilos están<br />
tramados, significando que cada individuo se<br />
comunica con los otros, y negocia entre su<br />
<strong>de</strong>seo y el bien común, el sentido <strong>de</strong> este tejido<br />
es legible en términos <strong>de</strong> una política <strong>de</strong> lo<br />
posible: pue<strong>de</strong> leérselo como una crítica al liberalismo<br />
salvaje, como un anhelo <strong>de</strong> que se<br />
reconstituya el contrato social... Buenas intenciones<br />
y, en general, buenas formas. Que las<br />
unas limiten a las otras, hoy, en Argentina, no<br />
es tan grave.