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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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influencia, poniendo mucho cuidado en elegir el preciso instante en que debían emprender cualquier obra.<br />

La geografía y la historia eran infantilmente rudimentarias, y sólo las cultivaban unos cuantos<br />

especialistas, sin que su estudio trascendiese a los planes, generales de enseñanza. Corrían de boca en<br />

boca leyendas referentes a las proezas de los dioses y los héroes de la antigüedad, y algunas de ellas<br />

hallaban argumentos en hechos de la historia atlante. También tenían vagas noticias de que en la parte<br />

opuesta del mundo existía una raza de cuyos particulares nada sabían en concreto.<br />

Gozaba entre ellos de mucho predicamento un refinado sistema de educación física, consistente en<br />

una serie de ejercicios parecidos al moderno jiu jitsu de los japoneses, cuya práctica era privativa de las<br />

clases directoras, quienes realizaban hechos que el vulgo del país y las tribus bárbaras tenían por<br />

milagrosos. La química se estudiaba prácticamente desde el punto de aplicación a los abonos agrícolas de<br />

toda clase. Poseían gran número de máquinas, aunque la mayor parte de ellas nos parecerían hoy de<br />

construcción tosca. La pintura y la música eran enseñanzas propias de las familias aristocráticas, si bien<br />

<strong>Alcione</strong> no mostró afición a ellas porque estaba casi enteramente dedicado a la copia artística de<br />

manuscritos sagrados.<br />

La técnica pictórica consistía en trazos rápidos que se secaban, instantáneamente y quedaban<br />

indeleblemente señalados en colores mucho más finos y brillantes que los hoy conocidos, pues el color<br />

fue capitalismo elemento de aquella civilización. Los vestidos de las gentes eran de colores vivos, pero<br />

agradables y armoniosos. <strong>Alcione</strong> iba vestido casi siempre de pies a cabeza con ropaje de azul pálido. Los<br />

alimentos también estaban hábilmente coloreados y el de las clases superiores de la sociedad consistía,<br />

por lo general, en una especie de tortas de harina muy parecida a la de trigo, aromatizadas con diversas<br />

esencias y coloreadas de rojo, azul y amarillo, o bien irisadas de diversos matices en armonía con la<br />

particular fragancia de la torta. <strong>Las</strong> frutas eran muy abundantes y servían de aliento a todas las clases<br />

sociales.<br />

Los manuscritos que <strong>Alcione</strong> copiaba estaban compuestos de flexibles y delgadas planchas de metal<br />

esmaltado y de superficie tan lisa como la porcelana, sobre la que se pintaban más bien que escribían los<br />

caracteres cuya indeleble permanencia se lograba después por la acción del fuego. Los manuscritos eran<br />

de varios tamaños, pero la forma ordinaria medía cuarenta y cinco centímetros de largo por quince de<br />

ancho, y la escritora corría de izquierda a derecha a lo largo de la página como en los manuscritos<br />

pálmicos. <strong>Las</strong> planchas se unían por los ángulos superiores y los manuscritos se guardaban en un estuche<br />

de metal adornado con embutidos, repujados y aplicaciones decorativas, sin necesidad de emplear<br />

remaches ni engrudo. Algunos manuscritos tenían las planchas de oro, pues parece que este metal<br />

abundaba por entonces en el Perú tanto como en la época del descubrimiento.<br />

El santuario o tabernáculo interior de los templos estaba comúnmente tapizado, y no era raro ver<br />

bajorrelieves labrados en una recia tabla del precioso metal. Los templos peruanos eran muy espaciosos,<br />

pero demasiado bajos de techo, si hemos de juzgar por las reglas de la arquitectura contemporánea.<br />

También había unas construcciones de forma piramidal con templetes en la base superior. Por entonces<br />

no acostumbraban los peruanos a ofrecer sacrificios cruentos, sino tan sólo frutos y flores. Entonaban<br />

muchas loas en honor del sol, que para ellos era manifestación de la Divinidad, pero no le dirigían<br />

plegarias ni oración alguna, por cuanto estaban convencidos de que Dios sabía mucho mejor lo que sus<br />

criaturas necesitaban. Creían que la vida persistía después de la muerte en condiciones determinadas por<br />

las obras del individuo durante su existencia terrena, y era contrario a las buenas costumbres afligirse por<br />

la muerte de parientes y amigos, puesto que la Divinidad no gustaba de ver sufrir a sus hijos. La doctrina<br />

de la reencarnación no aparecía explícitamente expuesta en sus enseñanzas, aunque muchos textos<br />

aludían a ella o por lo menos informaban su interpretación.<br />

Tenía <strong>Alcione</strong> muchos amigos de ambos sexos, pero entre ellos distinguía predilectamente a Mizar,<br />

hija de Vesta y Mira y hermana de Orión, Bellatrix y Aquiles. Era Mizar una muchacha tímida y apocada,<br />

pero de sentimientos delicados, que correspondió tiernamente al amor de <strong>Alcione</strong>, y una vez casados a<br />

plena satisfacción de ambas familias, fueron dechado de fidelidad conyugal. Como pertenecían a la<br />

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