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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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VIDA XVIII<br />

Nacimiento Duración Muerte Intervalo<br />

Vida<br />

Lugar de<br />

No. Año Años Año Años Sexo Nacimiento Raza Subraza<br />

18 9672 86 9586 811 M Poseidonis IV 5<br />

<strong>De</strong> nuevo nos lleva nuestra historia a la gran isla atlántica de Poseidonis en donde esta vez tomó<br />

<strong>Alcione</strong> masculino nacimiento la raza blanca que habitaba las montañas septentrionales. Nació el año<br />

9672 antes de J. C., poco antes de la definitiva catástrofe que sumergió la isla. El país estaba, por lo<br />

general, muy corrompido, y la mayoría de las gentes, sobre todo a las razas dominadoras que poblaban las<br />

llanuras, vivían disoluta y egoístamente entre abundosas prácticas de magia negra. Sin embargo, en<br />

aquellas montañas del Norte se conservaban las costumbres patriarcales, y la vida tenía, en general,<br />

carácter mucho más sano que en las llanuras. Los montañeses no conocían tan ampliamente las artes<br />

refinadas de la civilización, pero eran de cierto más puros y nobles que los vecinos de las ciudades.<br />

Algunas tribus de los diversos valles de la ingente cordillera estaban nominalmente sujetos a la<br />

soberanía del emperador tolteca, y otras se gobernaban independientemente; pero en ambos casos el<br />

propietario del valle era por consuetudinario derecho su indiscutible señor, pues el vasallaje no pasaba de<br />

ser puramente nominal, ya lo prestaran a algún reyezuelo de su propia quinta sub-raza, ya al mismo<br />

soberano tolteca. Casi siempre se suscitaban discusiones entre el gobierno tolteca y los montañeses acerca<br />

de la cuantía del tributo, y a causa de la dificultad que al movimiento de las tropas de línea presentaba<br />

aquel escabroso terreno, no podía el emperador tolteca apoyar con la fuerza el que creía su derecho, si<br />

bien, de cuando en cuando, despachaba un ejército que irrumpía en tal o cual valle aislado, con matanza<br />

de los varones, cautiverio de las mujeres y botín de ganado.<br />

Neptuno era el padre de <strong>Alcione</strong> y Heracles su madre. Tenía por hermana mayor a Mercurio y por<br />

hermano mayor a Albireo. Sus hermanos menores eran Psiquis y Leo, y su hermana menor Héctor.<br />

Mercurio, la hermana mayor, llegó a ser con el tiempo sacerdotisa de un templo de la sierra. Todos sus<br />

hermanos la querían con adoración, y ella cariñosamente los protegía, ayudaba e instruía. La religión del<br />

país era una variedad de la heliolatría, cuyas solemnes festividades estaban determinadas por los solsticios<br />

y equinoccios. En términos generales la vida de aquellos montañeses era sencilla y saludable, en áspero<br />

contraste con la nefanda corrupción de las ciudades del llano. Neptuno vivía en sus vastas posesiones, a<br />

estilo verdaderamente patriarcal, como dueño de uno de los muchos valles en que las escarpaduras de la<br />

cordillera dividían el suelo del país. Tenía mucha servidumbre a la que, sin menoscabo del debido<br />

respeto, trataba más bien como a amigos que como a criados.<br />

Feliz se deslizaba la existencia de aquellas gentes que en realidad no dependían de gobierno alguno.<br />

<strong>De</strong> cuando en cuando visitaban a las familias de los valles vecinos que les devolvían la atención, aunque<br />

cada una de estas visitas era asunto de grave monta, que requería descansada preparación a causa de la<br />

aspereza de las montañas, pues frecuentemente para ir a una casa era necesario dar un rodeo de algunas<br />

millas, que el atajo de un túnel hubiera reducido a una. En general estaban los valles al abrigo de todo<br />

ataque, a menos que fuesen muy numerosos los invasores y llevaran tan cuidadosamente estudiado el plan<br />

que lograsen cerrar las salidas.<br />

Los montañeses no mostraban mucha afición a la lectura de libros; pero en cambio recitaban<br />

poemas bardos y referían gran copia de leyendas de las que Heracles, la madre de <strong>Alcione</strong>, poseía una<br />

maravillosa colección, cuyo valor hubiera despertado la codiciosa envidia de los modernos etnólogos. <strong>Las</strong><br />

gentes creían en los espíritus de la Naturaleza y no faltaba quien los había visto.<br />

<strong>Las</strong> condiciones sociales ofrecían cierta semejanza con las de la Inglaterra medieval. En el hogar<br />

hilaban y tejían las mujeres, cuya actividad no hallaba ociosos sosiegos en las múltiples ocupaciones<br />

domésticas y agrícolas. <strong>Las</strong> amas de casa acopiaban grandes cantidades de lino y otras plantas, mientras<br />

que los hombres pasaban la vida caballeros en una especie de jaca mulera cuya andadura no daba ni un<br />

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