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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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VIDA XXV<br />

Nacimiento Duración Muerte Intervalo<br />

Vida<br />

Lugar de<br />

No. Año Años Año Años Sexo Nacimiento Raza Subraza<br />

25 4035 75 3960 901 F Egipto V 1<br />

<strong>De</strong> nuevo estamos en la más admirable de las antiguas civilizaciones, que tuvo su asiento en las<br />

márgenes del Nilo. En el reinado del faraón Unas, último monarca de la quinta dinastía, nació la niña<br />

<strong>Alcione</strong>, cuyos padres (Ayax y Bellatrix) le dieron el nombre de Hatshepu. Su padre era familiar de un<br />

magnate cortesano llamado Markab, cuyo primogénito (Sirio) llevaba en aquella existencia el nombre de<br />

Menka. Muy luego hizo su oficio en ambos muchachos la influencia de su intimidad en pasadas vidas, y<br />

juntos se entregaron a los juegos infantiles con creciente reciprocidad de afectos.<br />

Urano, hermano mayor de <strong>Alcione</strong>, se mostraba muy cariñoso con ellos y se complacía en<br />

enseñarles diversidad de cosas. <strong>De</strong>metrio, prima de <strong>Alcione</strong>, y casi de la misma edad, era íntima amiga de<br />

ambos, y tenía parcialmente desarrollada la facultad de clarividencia, por lo que Sirio y <strong>Alcione</strong> gustaban<br />

de escuchar sus relatos, y aun esta última veía también las visiones con sólo ponerse en contacto con su<br />

prima <strong>De</strong>metrio. Como Sirio no era capaz de ello, las dos muchachas le decían que a los niños no les<br />

alcanzaba este privilegio, por demasiado bastos y groseros.<br />

Jugaban juntos los niños en los amenos jardines, tan abundantes en el antiguo Egipto, con<br />

artificiales montañas, valles y lagos. Por doquiera manaba el agua, circuida a menudo de graderías y<br />

columnas de mármol o granito pulimentado. <strong>Las</strong> flores crecían entre las matas de hierba y colgaban de las<br />

tapias, mientras que enormes flores de loto poblaban los estanques. Los niños estaban tan completamente<br />

familiarizados con el agua como con la tierra, y disfrutaban de los años infantiles bajo los ardientes rayos<br />

del sol egipcio.<br />

Por supuesto, que Sirio y <strong>Alcione</strong> concertaron casarse en cuanto llegaran a la edad conveniente;<br />

mas, por desgracia, se les interpuso un imprevisto obstáculo. Había entre los principales sacerdotes de la<br />

ciudad uno a quien pocos amaban y todos temían, y de quien mucho se sospechaba, aunque nada de cierto<br />

se sabía. Quienquiera que osaba contrariarle, aparecía muerto al cabo de pocos días, sin que se pudiese<br />

inculpar a aquél de la muerte. Tenía fama de hechicero, sin que fuese posible aducir pruebas contra él. Su<br />

hijo, Escorpión, era digna astilla de tal palo, porque a las antipáticas condiciones del padre añadía la<br />

ordinariez y la agresividad.<br />

Cuando <strong>Alcione</strong> era ya una hermosa muchacha de quince años, acertó a verla Escorpión, y<br />

prendado apasionadamente de su belleza, le insinuó la inclinación que sentía; pero ella le rechazó<br />

despectivamente. Apartóse entonces él refunfuñando excusas, con secreto propósito de poseerla a toda<br />

costa, aunque hubiese de casarse con ella, pues la dificultad excitaba su desordenado apetito. Pronto vio<br />

que para lograr su intento, no le quedaba otro camino que el matrimonio, y al efecto tramó una intriga<br />

diabólicamente ingeniosa, cuyo fundamento fue substraer unas cuantas cartas del padre de <strong>Alcione</strong> que,<br />

con hábiles enmiendas e intercalaciones, convirtió en pruebas de una conjura contra el rey.<br />

Entonces se hizo el encontradizo con <strong>Alcione</strong>, para enterarla de que tenía en su poder aquellas<br />

pruebas de la culpabilidad de su padre, y que era su deber presentárselas al rey, con esperanza de<br />

munificente recompensa por tan señalado servicio; pero que el inmenso amor que por ella sentía, le<br />

estimulaba a desperdiciar la ocasión que de encumbramiento en la corte le deparaba la suerte, con tal de<br />

que le aceptase por esposo, para fundir en un común interés los de ambas familias. <strong>De</strong> lo contrario, si se<br />

negaba o decía una sola palabra del asunto a su padre o a otra persona, entregaría desde luego los<br />

documentos al oficial de justicia.<br />

Turbóse grandemente <strong>Alcione</strong> al escuchar tan extraño suceso, y más todavía al ver que las firmas y<br />

sellos de su padre eran legítimas según toda apariencia, apoyada en la consideración al punto hizo<br />

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