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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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<strong>Alcione</strong>, que era de naturaleza mental muy investigadora, movióse a curiosidad por aquellos<br />

fenómenos, y fue al vecino templo con ocasión de una festividad en que había de haber especiales<br />

manifestaciones mágicas. La hermosa apostura de <strong>Alcione</strong> llamó la atención de un sacerdote atlante,<br />

quien hizo persistentes esfuerzos para hipnotizarle, contra lo que se resistió victoriosamente <strong>Alcione</strong> por<br />

consejo de su padre. La voz que en debida oportunidad intervenía en sus asuntos, era, según parece, la de<br />

un espíritu benévolo, pues en varias ocasiones le sugirió procedimientos de investigación y le puso en la<br />

pista de muchos y peregrinos descubrimientos.<br />

Cierto día díjole la voz que estaba habitado el interior de la tierra, y como <strong>Alcione</strong> mostrara vivo<br />

interés en ampliar aquella revelación, le ofreció el espíritu conducirle a una caverna por donde entraría en<br />

los lugares habitados, o mejor dicho, en uno de los lugares habitados. Aceptó <strong>Alcione</strong> gustoso la oferta,<br />

pero contrarióle muy mucho la condición estipulada por el espíritu de que a nadie había de contar ni una<br />

palabra del caso. Sin embargo, impetró del espíritu que por lo menos pudiese acompañarle en la<br />

exploración su íntimo amigo, llamado <strong>De</strong>metrio, hijo de uno de los principales sacerdotes del mismo<br />

templo en que <strong>Alcione</strong> servía, y dotado como éste de la facultad de ver y oír a los espíritus de la<br />

naturaleza.<br />

Por algún tiempo pareció de insuperable dificultad la condición propuesta por <strong>Alcione</strong>, hasta que al<br />

fin la misteriosa voz se avino a ella con tal que ambos jóvenes hicieran voto solemne de no decir nada ni<br />

descubrir a nadie el sendero que a la caverna conducía. Para cumplir este compromiso pretextaron los<br />

jóvenes amigos ir en peregrinación el año 10402 a un santuario del Norte, y aunque, en efecto, lo<br />

visitaron, no descubrieron a nadie el verdadero objeto de su peregrinación. El viaje, largo como todos los<br />

de aquel tiempo, duró algunos meses, hasta que tras muchas peripecias llegaron a las inmediaciones del<br />

paraje que se les había indicado.<br />

La voz interna no permitió que les acompañase criado alguno en el definitivo esfuerzo, sino que<br />

directamente les proveyó de víveres para unos cuantos días, así como de antorchas con que alumbrarse en<br />

la exploración. Mucho trabajo les costó hallar la entrada, de la caverna, que por completo desconocían las<br />

tribus del país, y una vez dentro, tropezaron con graves embarazos para orientarse, pues era un intrincado<br />

laberinto. Durante largo rato lleváronles los pasos al corazón de la montaña en que la caverna se abría, sin<br />

notar señales de descenso, basta que, luego de atravesar la bóveda natural por donde entraron, advirtieron<br />

que el suelo se quebraba en escarpaduras descendentes, por las cuales bajaron con no escaso riego,<br />

agravado por el embarazo de las antorchas y de los cestos de provisiones.<br />

<strong>De</strong> ningún medio disponían para saber a qué profundidad estaban ni el tiempo invertido en la<br />

bajada, pero intuitivamente presumían que su viaje subterráneo era hasta aquel punto cosa de algunos<br />

días. Sufrieron los efectos de la presión atmosférica, muy fuerte en semejantes honduras, y se alarmaron<br />

de ello, pues, como puede suponerse, desconocían la causa. También notaron ligera elevación de<br />

temperatura, pero no de modo que les atajara los pasos, aunque hubieron de esforzarse en vencer las<br />

arduas dificultades de tan áspero camino, y a duras penas lograron evitar graves accidentes.<br />

Por más que nada sabían a ciencia cierta, conjeturaban estar andando por debajo de alguna<br />

hendidura de la montaña, producida por un terremoto o erupción volcánica de largo tiempo atrás.<br />

<strong>De</strong>spués de muchísimas horas de lento descenso hirióles una inexplicable luminosidad que rompía<br />

el pesado ambiente, y en aquel punto llegaron a una cueva tan vasta, que no alcanzaban a vislumbrar sus<br />

lindes. La pálida claridad les iluminaba de lleno y hacía innecesarias las antorchas, aunque sus ojos<br />

tardaron algún tanto en acomodarse a aquel extraño régimen visual que de pronto les ocasiono algunas<br />

caídas por no poder apreciar debidamente las distancias. Todas las, cosas les parecían mucho más pesadas<br />

que de ordinario, y cada emoción equivalía a un violento esfuerzo.<br />

Muy luego se percataron <strong>Alcione</strong> y <strong>De</strong>metrio de que la cueva estaba habitada no sólo por animales,<br />

sino por seres humanos, aunque muy diferentes de cuantos hasta entonces vieran. Sin embargo, tuvieron<br />

la presunción de que los habitantes de aquel extraño mundo subterráneo habían pertenecido en pasadas<br />

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