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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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cuando quedó destruida por una repentina erupción volcánica, fenómeno que relacionaron las gentes con<br />

la vuelta de Zarathushtra a la vida ciudadana.<br />

Por entonces había abdicado Lohrasp en favor de su hijo Vishtaspa (Ulises), el juvenil amigo de<br />

Zarathrushtra. <strong>De</strong>spués de muerta su primera mujer, se enemistó Víshtaspa con su padre, y en un arrebato<br />

de ira se marchó del país hacia el Occidente de Persia, donde contrajo amistad con el reyezuelo de<br />

aquellos contornos, quien le dio una hija suya en matrimonio. Se puso entonces Vishtarpa al frente de las<br />

tropas, y encaminándose a Bactria, obligó a su padre a abdicar la corona, y apoderado del trono,<br />

estableció radicales mudanzas en la administración del reino. Sin embargo, tuvo el talento de no exonerar<br />

al primer ministro Jamaspa (Cástor), con lo que el pueblo aceptó, bajo la confianza que éste le inspiraba,<br />

muchas reformas contra las cuales se hubiera sublevado.<br />

Ulises acogió cariñosamente a Zarathushtra y le confirió primero el cargo de zaohta y después el de<br />

dastur-i-dastur, que le dio gran influencia social, a cuyo favor pudo predicar sus reformadoras doctrinas<br />

con ardorosa elocuencia y vivísimo celo. Como tenía el apoyo del rey, sus discípulos aumentaron<br />

progresivamente, y eran ya muchos en número, cuando el año 1489 llegó el anunciado extranjero.<br />

Aunque Zarathushtra había abrazado el oficio sacerdotal, no por eso desdeñó la vida de familia.<br />

Durante aquel tiempo estaban ya crecidos sus hijos al cuidado de <strong>Alcione</strong>, quien fue nombrado<br />

administrador de la casa. A todos los chicos quería entrañablemente <strong>Alcione</strong>, pero en particular a<br />

Puruchista que ya tenía dieciséis años, y estaba en el deslumbrador despunte de la adolescencia, como si<br />

fuera el vivo retrato de su difunta madre.<br />

<strong>De</strong> la propia suerte que en los juveniles años se había prendado <strong>Alcione</strong> de Mizar, asimismo se<br />

enamoró en su madurez de Puruchista, pero la diferencia de edad le contenía en pedirla por esposa. La<br />

belleza de la muchacha le proporcionó muchos pretendientes, pero ella los rechazó a todos, diciendo a<br />

<strong>Alcione</strong> que sólo a él podía amar.<br />

Durante algún tiempo desechó <strong>Alcione</strong> de su mente aquella ingenua declaración de Puruchista,<br />

temeroso de abusar de su juventud, agradecimiento e inexperiencia; pero llegó un día en que tan vivos<br />

fueron los sentimientos de ella respecto de él, que no pudo por menos de preguntarle el enamorado<br />

<strong>Alcione</strong> si consentiría en ligar su temprana juventud a un hombre ya tan maduro como él. Aceptó ella<br />

gozosamente, y todo fue como si por fin le sonriera a <strong>Alcione</strong> la dicha; pero el karma que pendía sobre él<br />

durante estas vidas, le sobrecogió una vez más, porque cuando ambos iban a impetrar de Zarathushtra la<br />

bendición nupcial, les dijo éste que había ya concertado el matrimonio de Puruchista con Jamaspa<br />

Khernmi (Mira), hijo del primer ministro Cástor, por ser este matrimonio de absoluta necesidad para los<br />

intereses de la reforma y el éxito de la propaganda.<br />

La inesperada noticia cayó como una maza sobre los novios, que si bien de pronto sintieron<br />

escozores de rebelión, muy luego consideraron religioso deber el someterse, pues sin duda Ahura-Mazda<br />

les exigía tamaño sacrificio. En semejantes circunstancias no quedaba más remedio que resignarse, y<br />

Puruchista fue la esposa de Mira, aunque con escasas esperanzas de felicidad. Sin embargo, su joven<br />

marido, que en un principio se había prendado de ella por sólo su hermosura, la amó sin tardanza por sus<br />

intrínsecas cualidades, y se mostró valeroso, honrado y adicto cónyuge, de modo que la suerte de<br />

Puruchista no fue tan triste como temiera, y al cabo de algún tiempo logró corresponder al profundo amor<br />

de su marido.<br />

Pero <strong>Alcione</strong> no halló consuelo que pudiera mitigar su acerba pena, hasta que vino a prestárselo<br />

Mercurio, el extranjero de Occidente, que por indicación de Zarathushtra estaba al cuidado de <strong>Alcione</strong>.<br />

Este extranjero les había llamado la atención por varios motivos, pues en vez del venerable apóstol que<br />

suponían, se les presentó un apuesto joven vestido de pescador griego, quien lejos de aceptar la suntuosa<br />

hospitalidad que <strong>Alcione</strong> estaba dispuesto a ofrecerle, quiso ganarse la vida con su trabajo en el taller de<br />

un platero.<br />

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