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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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consintieron en darla por esposa a Sirio; y además quiso Helios, poner a disposición de los novios una<br />

considerable suma de dinero a fin de que todo se hiciera con generosidad y largueza; pero Sirio y su padre<br />

rehusaron de pronto aceptar el donativo, aunque a la postre se halló manera de no lastimar su amor<br />

propio. Helios y Mizar se portaron espléndidamente y se consideraron dichosos de que <strong>Alcione</strong> hubiese<br />

escogido el hijo de un sacerdote que, como Brhaspati, gozaba de tanta estimación en el templo.<br />

Ultimados por ambas familias los preparativos del caso, celebróse con gran pompa el matrimonio<br />

de la feliz pareja, presidiendo la ceremonia Mercurio, sacerdote mayor, asistido por Brhaspati, hermano<br />

de Sirio. La novia vestía precioso traje blanco, profusamente recamado de oro y pedrería por las propias<br />

manos de su madre Helios. El sacerdote Mercurio, majestuoso como un dios griego, ofició solemne y<br />

gravemente las ceremonias del matrimonio y pronuncio, con hondo sentimiento, las palabras litúrgicas,<br />

porque conocía y amaba desde niños a los contrayentes. La ceremonia principal de este matrimonio<br />

parece que consistió en una especie de eucaristía. El celebrante, después de invocar al Mahâguru, dio la<br />

copa sacramental a Sirio, quien a su vez la puso en manos de <strong>Alcione</strong>. Bebió ésta un sorbo y devolvió la<br />

copa a Sirio que hizo lo mismo. Tanto la copa como el líquido estaban poderosamente magnetizados, de<br />

suerte que, eliminada toda influencia terrena, permanecía tan sólo la del Mahâguru. Marido y mujer,<br />

luego de recibida la bendición nupcial, dieron una vuelta altar cogidos de la mano y enlazados con sartas<br />

de rosas, inclinándose respetuosamente ante cada uno de los sacerdotes que habían tomado parte en la<br />

ceremonia.<br />

<strong>De</strong>spués de esta circundeambulación se sentaron uno al lado de otro en una especie de palanquín<br />

que, sostenido en el aire por dos cuerdas, se balanceaba por encima de los circunstantes mientras<br />

resonaban los cánticos anunciadores de la futura dicha matrimonial. Esto simbolizaba, por una parte, los<br />

nuevos lazos que desde entonces unían a los consortes, y por otra, que estaban ya apartados del resto del<br />

mundo y en disposición de elevarse a los planos superiores para trabajar juntos por el supremo bien.<br />

<strong>De</strong>spués bajaron los novios del palanquín y recibieron la final bendición de los sacerdotes antes de salir<br />

del templo. Se les hicieron muchos y muy hermosos regalos, siendo digno de mención que todos ellos<br />

habían sido previamente magnetizados por los sacerdotes. Entre los regalos sobresalía el de Helios,<br />

consistente en un enorme tazón de oro fundido en forma de loto. Mizar regaló hermosas lámparas de plata<br />

que, alimentadas con aceite oloroso, perfumaban el recinto del templo. En los momentos más solemnes de<br />

la ceremonia sonaron con pausa y gravedad las campanas de la cúpula, pero al concluir repicaron<br />

alegremente.<br />

Parece que los Señores del Karma utilizaron esta vida de <strong>Alcione</strong> para aumentar considerablemente<br />

la familia Teosófica, pues a los nueve hijos de Helios, se añadieron los dieciséis habidos en matrimonio<br />

por Sirio y <strong>Alcione</strong>. Todos estos Egos reaparecieron en vidas posteriores. Si por otra parte incluimos los<br />

hijos del rey, los de Vajra y los de Heracles, que fueron también muy numerosos, tendremos los<br />

personajes dramáticos que intervienen en las vidas de <strong>Alcione</strong> y Orión. Asimismo encontraremos en el<br />

transcurso de nuestra historia, como grandes Seres, a los sacerdotes del templo. Los hijos de la mayor<br />

parte de estas familias fueron educados por dichos sacerdotes y algunos llegaron a ingresar en la<br />

comunidad. Además de los dieciséis hijos que tuvieron <strong>Alcione</strong> y Sirio, prohijaron a la huérfana Olímpia,<br />

por la que Mercurio se había interesado vivamente.<br />

Estaban por entonces algo tirantes las relaciones entre la corte de Marte y las autoridades del gran<br />

Templo, a causa de ciertas divergencias intencionadamente suscitadas por dos jóvenes sacerdotes<br />

llamados Tetis y Escorpión, de avieso carácter, que alimentaban amargo rencor contra el rey porque había<br />

desterrado a Cáncer, padre de ellos, en castigo de los odiosos crímenes cometidos a instigación de otro<br />

malhechor, aún más desalmado que él. Ambos sacerdotes se dieron maña en husmear una conspiración<br />

que se tramaba contra el rey, y entraron en ella con el propósito de favorecerla o traicionarla, según<br />

conviniese a sus particulares maquinaciones. Al efecto, solicitaron del rey una audiencia para aprovechar<br />

la ocasión de asesinarle si se la concedía. El funcionario encargado en la corte de disponer la audiencia se<br />

llamaba Cástor, a quien los dos bribones escribieron pidiéndole una cita y manifestándole que podían<br />

descubrir una tenebrosa conspiración contra el soberano y presentar pruebas de que las autoridades del<br />

templo trataban de derrocar el poder real.<br />

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