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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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Luego que las llamas crecieron con el alimento de la grasa humana, punzaron los sacerdotes a las<br />

víctimas para recoger su sangre en grandes vasijas de hierro, y luego de hervirlas en enormes cacerolas<br />

del mismo metal, la derramaron sobre los ídolos, mientras que toda clase de repugnantes, babosas,<br />

corpulentas arañas y monstruosos escorpiones acudían al refocilarse en los mutilados cuerpos de las<br />

víctimas. En aquel punto, los ídolos cobraron vida: uno tras otro empezaron a moverse, y bajando de los<br />

pedestales en obscenas formas de inimaginable horror, se agruparon en torno del altar, donde <strong>Alcione</strong> y<br />

Heracles permanecían estrechamente abrazadas. “¡Embestid!... ¡Embestid! -aullaron los sacerdotes-. El<br />

Señor tenebroso viene, y sus huestes están ya aquí”. <strong>Las</strong> dos hermanas se estremecieron una contra otra<br />

en convulsivo movimiento para escapar de la infernal potestad invocada por los sacerdotes.<br />

Entonces surgió de las tinieblas una gigantesca figura de siniestra majestad, cuya faz reflejaba<br />

indescriptible dolor, rabia, laxitud y desconsuelo. Movióse en el aire una mano, tan sólo visible por su<br />

propio color de fuego, semejante al de un ascua de hierro medio apagada, y las espantables formas<br />

estrecharon el cerco del altar, con las rojas fauces desmesuradamente abiertas y las peludas garras en<br />

ademán de despedazar las carnes. Entonces se oyó la clara y firme voz de Heracles que exclamaba:<br />

“¡Sûryadeva! ¡Sûryadeva! ¡Mahâpita!... ¡Ven, oh!; ¡socórrenos!”.<br />

Y en medio de todos aquellos horrores brilló la Luz que hiriera sus infantiles ojos y, enfocada en la<br />

Luz, aparecía la radiante y ya de ellas conocida figura de Surya, con los brazos extendidos y la mirada<br />

henchida de ternura. <strong>Alcione</strong>, al verle, dio un suspiro de gozo y quiso lanzarse hacia la aparición, pero su<br />

cuerpo cayó inánime sobre el altar. Y todas aquellas horribles formas se desvanecieron en la nada,<br />

reducidas a despojos semejantes a camisas de culebra; rompiéronse las columnas del templo,<br />

desplomáronse las paredes de la caverna y los cuerpos de las dos hermanas tuvieron por sepulcro el<br />

grandioso templo del Señor de Tenebrosa Faz.<br />

Y aquella noche hubo consternación y espanto en Puri, porque la tierra se quebró en convulsiones<br />

sísmicas y una enorme ola vino del mar a inundar la tierra. Pero ni los sobrecogidos de terror ni los que<br />

lamentaron el pavoroso destino de las dos hermanas, pudieron ver los extendidos brazos que las habían<br />

llevado al seno que al mundo sirve de refugio. Tampoco vieron la Luz que convirtió en cielo las tinieblas<br />

de aquel infierno.<br />

<strong>De</strong> la venganza que tomó Vajra al regresar de su excursión, y de la pena sentida por Júpiter y<br />

Albireo, no cabe decir nada.<br />

Todo lo consumió ya el tiempo.<br />

Los Señores<br />

<strong>De</strong> la Llama Los cuatro Kumâras.<br />

El Manú Vaivasvata.<br />

PERSONAJES DRAMÁTICOS<br />

Mahâguru Vyâsa. Cabeza de la religión de la Comunidad.<br />

Surya <strong>De</strong>legado del Mahâguru. Hijos: Marte, Mercurio.<br />

Marte Capitán del ejército.<br />

Mercurio Capitán del ejército.<br />

Vulcano Capitán del ejército.<br />

Corona Capitán del ejército.<br />

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