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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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En la época referente a nuestro relato el culto de los asuras estaba indudablemente entreverado en<br />

Persia con los residuos de la religión de Zoroastro, establecida en el país miles de años antes, y su<br />

espiritualidad era mucho mayor que la de los adoradores de los devas, representados a la sazón en Persia<br />

por las tribus nómadas que comían carne, mientras que los adoradores de los asuras eran agrícolas y<br />

miraban la vaca como animal sagrado y como enorme crimen el matarla. Sus sacrificios consistían en<br />

frutas, flores y tortas con aceite o manteca. En Persia era, por lo tanto, materialista el concepto de Indra, y<br />

espiritualista el de Varuna. Los adoradores de los asuras decían que sus contrarios degradaban la idea de<br />

la divinidad, mientras que los adoradores de los devas aseguraban que aquéllos la sutilizaban hasta<br />

convertirla en mera abstracción coincidente con el ateísmo. <strong>De</strong> este modo se suscitó una enconada lucha<br />

teológica, cuyo resultado fue ahondar la divergencia de intereses.<br />

La soberanía de Lohrasp no era, según parece, muy efectiva en el país, por lo que Aurora reinaba de<br />

hecho con entera independencia. El hijo de Lohrasp, llamado Vishtaspa (Ulises), tenía casi la misma edad<br />

que <strong>Alcione</strong>, y como de ordinario residía en una vasta hacienda del real patrimonio sita en Drespsa,<br />

contrajo íntima amistad con los dos primos, sobre quienes llegó a cobrar mucho ascendiente. Una prima<br />

de <strong>Alcione</strong>, la pequeña, Thraetaina, (Mizar), que se había quedado huérfana, fue a vivir a casa de él,<br />

prohijada por la familia, y ocurrió que los tres jóvenes a un tiempo se enamoraron rendidamente de ella.<br />

Ulises era muy altivo y se figuraba que por ser hijo del soberano, nadie osaría oponérsele; Zarathushtra<br />

era de carácter impulsivo, ardiente, poético, fogoso, pero tenía períodos de profundo desaliento por efecto<br />

de la reacción emocional.<br />

En cambio <strong>Alcione</strong> era cauteloso y reservado, sin facilidad de expresar sus amorosos pensamientos,<br />

aunque más hondamente que sus dos compañeros los sintiera. Los tres respetaban y querían en extremo a<br />

Urano, y según hemos dicho, <strong>Alcione</strong> idolatraba a Zarathushtra, que además de las ya enumeradas<br />

características, era hermoso, robusto, hábil, rebosante de salud y muy propenso a éxtasis y sueños. <strong>De</strong>sde<br />

su más tierna infancia se le aparecía constantemente un hombre de arrogante apostura y poder<br />

sobrenatural, circundado de una aureola de vivísimo fuego en quien reconocía al primer Zoroastro,<br />

fundador del mazdeísmo y jerarca de una de las principales modalidades de la evolución humana. La<br />

figura del insigne fundador aleccionaba con frecuencia a Zarathushtra, y más de una vez se materializó,<br />

hasta el punto de que también pudo verle <strong>Alcione</strong>, quien, hondamente emocionado, le supuso uno de los<br />

ángeles estelares de que su religión le hablaba. Esta videncia acabó de convencerle de que su primo<br />

estaba destinado a muy altas empresas e infundióle ardorosos alientos para ayudarle en la obra, aparte de<br />

evidenciar la realidad del mundo invisible de que ya no dudó jamás.<br />

Con la edad fue creciendo el amor y respeto que <strong>Alcione</strong> sentía por Zarathushtra, y los dos<br />

platicaban frecuentemente sobre los problemas religiosos de la época. Zarathushtra era entusiasta<br />

defensor del espiritual culto asúrico, en contra de los materialistas adoradores de los devas, y aunque<br />

<strong>Alcione</strong> se inclinaba a ver dioses en unos y otros, siempre defería a la opinión de Zarathushtra. No es<br />

maravilla, pues, que así como, no obstante su juventud, había cautivado la fogosa elocuencia de este<br />

último a principales familias de la ciudad, rindiese también el corazón de Mizar.<br />

En lo íntimo de su ser amaba Mizar a <strong>Alcione</strong>, pero más bien con amor humano, al paso que la<br />

grandeza de Zarathushtra la fascinaba y atraía a pesar de al mismo tiempo estremecerla de pavor. Había<br />

sentido Mizar ciertas preferencias por Ulises a causa de su elevadísima posición social, y algo hubiera<br />

resultado si Lohrasp, que tenía otros proyectos respecto de su hijo, no le substrajera a la fascinación de la<br />

muchacha casándolo con la princesa Hutaosa (Bellatrix), de singular hermosura, pero de altivo carácter,<br />

quien si en un principio se mostró reservada, muy luego echó de ver las buenas cualidades de su marido y<br />

disimuló sus faltas, de modo que le llegó a querer sinceramente.<br />

Con esto ya sólo tuvo Mizar dos pretendientes, de lo que quedó medio triste y medio alegre, pues si<br />

bien había ambicionado el trono de Bactria, era a Ulises a quien menos amaba de los tres. Cierto día<br />

manifestó Zarathushtra a <strong>Alcione</strong>, en un arrebato de confianza, lo mucho que amaba a Mizar, lo cual<br />

escuchó <strong>Alcione</strong> como si le leyeran sentencia de muerte, pues su corazón estaba por igual henchido del<br />

amor de Mizar y Zarathushtra. Se esforzó en disimular la dolorosa impresión causada en él por la noticia,<br />

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