31.10.2012 Views

Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

VIDA X<br />

Nacimiento Duración Muerte Intervalo<br />

Vida<br />

Lugar de<br />

No. Año Años Año Años Sexo Nacimiento Raza Subraza<br />

10 15995 58 15937 535 F Asia Central V 1<br />

Mucho movimiento y excitación había en la capital de la tierra solariega de la quinta Raza, en el<br />

centro de Asia. La isla Blanca Svetadvipa, situada en el mar interior del continente, con su todavía<br />

existente ciudad sagrada de Shamballa, disfrutaba como siempre de la solemne paz con que la bendicen<br />

las elevadas Presencias que allí moran; pero la cercana ciudad asentada en la costa del mar, la ciudad del<br />

Manú, era un hervidero de gentes que, en confusa gritería, se preparaban al éxodo más numeroso de<br />

cuantos hasta entonces se guardaba memoria. <strong>De</strong> nuevo el Manú había requerido a Surya, vicario terreno<br />

del Mahâguru, que le prestara sus dos hijos, Marte y Mercurio, para capitanear la numerosa hueste de<br />

emigrantes que, según sus órdenes, debían dividirse en tres caravanas militares para marchar en tres<br />

columnas.<br />

La primera, o ala derecha, mandada por Corona, guerrero de férrea voluntad y sumamente hábil,<br />

aunque de inhabitable orgullo, cruzaría los Himalayas por el punto en donde hoy se asienta Kashmir, para<br />

abrirse camino a través del Pansab y de las Provincias Unidas (Empleamos los modernos nombres<br />

geográficos, porque los antiguos carecerían de significación para el lector) hasta Bengala. El grueso de la<br />

hueste constituía la columna del centro, al mando de Marte, el general en jefe, que había de marchar de<br />

Nepal a Bengala, a través del Tíbet. El ala izquierda, mandada por Vulcano, atravesaría también el Tíbet<br />

para dirigirse por Bhutan a Bengala. <strong>De</strong> esta suerte, los tres cuerpos de emigración se reunirían en el<br />

mismo punto, con propósito de someter el país bengalense y morar en él.<br />

Parece que este éxodo tuvo excepcional importancia, y en él tomaron parte muchos personajes que<br />

ahora nos son familiares. Entre ellos se encuentran diez que actualmente son Maestros, y aparte de ellos,<br />

no pocos discípulos que les han seguido a través de los siglos.<br />

Antes la marcha se llevó a cabo una magnificente ceremonia en el gran salón consistorial del templo<br />

la sagrada ciudad de la isla Blanca. <strong>Las</strong> más augustas entidades estaban reunidas en la tribuna labrada en<br />

la roca viva, por completo cubierta de áureas molduras. En el centro del salón, al pie de las siete gradas de<br />

la tribuna, se destacaba la potente figura de Vaivasvata, el Manú de la quinta Raza raíz. Caíale sobre los<br />

hombros la poblada cabellera de negro intenso, cuyos mechones se unían a la maciza barba de colgantes<br />

rizos. <strong>Las</strong> cejas, ligeramente arqueadas, mantenían en la sombra aquellos ojos de águila, cuyos de<br />

ordinario entornados párpados se levantaban a veces de improviso para dar paso al relampagueante brillo<br />

de la mirada, cuya lumbre cegaba la de cuantos se atrevían a clavarla en él. Era su nariz saliente y un<br />

tanto encorvada, y los labios de elegante y severo trazo. Verdaderamente tenía todo el aspecto de un rey<br />

de hombres, de uno de aquellos caudillos cuya palabra es ley, y cuya levantada mano impele o detiene a<br />

su albedrío.<br />

A la derecha del Manú estaba su hermano en sacerdocio, el Mahâguru o jefe superior de la religión<br />

nacional. También denotaba firmeza y poderío; pero así como en el Manú se descubría una voluntad<br />

irresistible, y todos sus ademanes eran de legislador, el Mahâguru respiraba amor tan puro y sabiduría tan<br />

profunda, como potente era la voluntad del Manú. Tenía el cabello más negro que el ébano, los ojos de<br />

violado muy oscuro y la boca suavemente curvada en graciosa sonrisa. El amor y reverencia del pueblo le<br />

daban diversidad de nombres, a cual más cariñosos, como los de Pitâ, <strong>De</strong>ospitâ, Vyâs, Sarvajñârshi,<br />

Sûgata, Ravidâs, Ushâdâs, Mahâmuni e Jñanarâj. A la izquierda del Manú estaba Surya, de radiante<br />

cabellera y refulgentes ojos, cuya mirada descansaba con profunda afección en sus nobles hijos, que<br />

ocupaban entre la multitud lugar preferente, de cara al altar, situado entre los caudillos y el pueblo.<br />

Todos ellos visten con magnificencia. Cúbreles largo manto de tejido de oro, con riquísimas<br />

hebillas de joyería, cuyos pliegues ondulan majestuosamente en torno de sus pies. El Mahâguru y Surya<br />

69

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!