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Las Ultimas Treinta Vidas De Alcione (C. W. Leadbeater)

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VIDA VII<br />

Nacimiento Duración Muerte Intervalo<br />

Vida<br />

Lugar de<br />

No. Año Años Año Años Sexo Nacimiento Raza Subraza<br />

7 18209 71 18138 674 M Norte de África IV 5<br />

La historia de nuestro héroe tiene esta vez por escenario otro continente. Nació <strong>Alcione</strong> con cuerpo<br />

masculino el año 18209 antes de J. C., en un reino del norte de África, que comprendía algo más de lo que<br />

ahora son los países de Argelia y Marruecos, y que a la sazón era una isla, pues el mar ocupaba el actual<br />

desierto de Sahara. Fueron sus padres Leo y Aquiles, y tuvo por hermano gemelo a Sirio y por hermanas a<br />

Aleteia y Polar. Poblaba el país la raza semita atlante, y los habitantes no se diferenciaban gran cosa de la<br />

aristocracia árabe de nuestros días. Estaban sumamente civilizados, y tenían en mucha estima la<br />

erudición. El poder público mantenía acertadamente el orden social, y entre las manifestaciones del arte<br />

sobresalían la arquitectura y escultura. <strong>Las</strong> vías de comunicación estaban muy bien conservadas, y tenían<br />

especial gusto en la plantación de jardines y construcción de fuentes, cuyas aguas tomaban de las<br />

montañas vecinas por medio de ingeniosos acueductos semejantes a los de la antigua Roma.<br />

Vivía <strong>Alcione</strong> en los arrabales de una populosa ciudad, asentada en la comarca meridional de la isla,<br />

es decir, en la costa norte del mar de Sahara. Su padre, Leo, era el primer magistrado de la ciudad,<br />

hombre muy rico e influyente que poseía dilatadas tierras y numerosos rebaños. La administración de las<br />

propiedades era por entonces de carácter particular, pero como Leo estaba obligado por su cargo a pasar<br />

en la ciudad la mayor parte del tiempo, había encomendado las tierras a su mayordomo Sagitario que,<br />

hábil y lealmente, las administraba. Durante su niñez permanecieron largas temporadas en el campo los<br />

gemelos <strong>Alcione</strong> y Sirio, pues uno y otro preferían la vida rústica a la urbana. Allí, en el riñón de las<br />

vastas posesiones de su padre, jugaban los niños con Algol, hijo del mayordomo, y con su hija Cisne, a la<br />

que infantil e inocentemente cortejaban.<br />

Ya mayorcitos, hubieron de permanecer <strong>Alcione</strong> y Sirio más tiempo en la urbe, que en el campo,<br />

para asistir a las clases de la Universidad, famosa entre las del país, pues contaba con gran número de<br />

estudiantes internos, procedentes de las comarcas circundantes, y de no pocos externos, a cuyo orden<br />

pertenecían Sirio y <strong>Alcione</strong>. Sin embargo, el edificio universitario era insuficiente para tantos estudiantes,<br />

de lo que resultaban deficiencias de toda clase. Confería la Universidad títulos académicos en las<br />

facultades de teología, matemáticas, literatura y retórica; certificados de aptitud en controversia y<br />

pedagogía; y premios de esgrima y caligrafía, aplicada a la ilustración de manuscritos. El estudiante se<br />

educaba para la lucha y el celibato, para ser una especie de monje-soldado; pero a causa del rápido<br />

incremento de la Universidad y de las deficiencias del edificio, había caído en desuso este aspecto de la<br />

educación.<br />

Sirio y <strong>Alcione</strong> cursaron los estudios generales, y, especialmente el último, demostró ardoroso<br />

entusiasmo por su alma mater. Forjaba toda especie de planes para su mejora y engrandecimiento y, a<br />

menudo, declaraba confidencialmente a Sirio que dedicaría a ella su vida entera, con propósito de<br />

reduplicar el número de estudiantes y dilatar su nombradía por el mundo entero. Contagiase Sirio del celo<br />

de <strong>Alcione</strong> y prometióle que, cuando su padre muriese, tomaría él a su cargo la administración de las<br />

tierras y el desempeño de los oficios, a fin de que <strong>Alcione</strong> pudiera entregarse con todo desembarazo a la<br />

vitalicia obra de fomentar la Universidad, aunque compartiéndolo todo con él, como si ambos de consuno<br />

manejasen el patrimonio.<br />

Los vastos planes que para el porvenir pergeñaba <strong>Alcione</strong>, no le impedían aprovechar cuantas<br />

coyunturas se le presentaban de prestar algún servicio universitario, siquiera fuese modesto, con lo que<br />

llamó la atención de las autoridades académicas, de modo que, al terminar los estudios; le ofrecieron un<br />

puesto en el claustro. Aceptó <strong>Alcione</strong> gozoso, y muy luego distinguióse entre sus compañeros por la<br />

buena voluntad en llevar a cabo cuantas tareas profesionales eludían los demás, y por la perseverante<br />

diligencia e incansable celo con que servía los intereses del claustro universitario, hasta el punto de que,<br />

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