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HABLA EL ANTIGUO TESTAMENTO - OpenDrive

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Los exiliados de Jerusalén, que fueron conscientes de las razones para la cautividad,<br />

tuvieron que haber experimentado un hondo sentido de la humillación y de angustia de espíritu.<br />

Durante cuarenta años, Jeremías había advertido fielmente a sus conciudadanos del juicio<br />

pendiente de Dios: Jerusalén sería devastada de tal forma, que cualquier transeúnte se horrorizaría<br />

de su vista (Jer. 19:8). A despecho de sus advertencias, ellos habían confiado que Dios no<br />

permitiría que su templo fuese destruido. Como custodios de la ley, aquel pueblo no creyó nunca<br />

que tendrían que ir a la cautividad. Entonces, en comparación con la gloria de Salomón y su<br />

fama y gloria internacional, del gran rey de Jerusalén, y ante sus ruinas, muchos dieron rienda<br />

suelta a su vergüenza y a su tristeza. El libro de las Lamentaciones deplora vividamente el hecho<br />

de que Jerusalén se hubiese convertido en un espectáculo internacional. Daniel reconoció en su<br />

oración que su pueblo se había convertido en un reproche y en un objeto de burla entre las naciones<br />

(Dan. 9:16). Tal sufrimiento fue más pesado para los cautivos a quienes importaba el<br />

futuro de Israel, que cualquier sufrimiento físico que tuviesen que soportar en la tierra del exilio.<br />

Tanto Jeremías como Ezequiel predijeron que Dios restauraría a los judíos en su propia tierra.<br />

Otra fuente de consuelo y de esperanza para los exiliados, fue el mensaje de Isaías. En sus<br />

escritos, había predicho el exilio de Babilonia (Is. 39:6), y también aseguró que volverían bajo el<br />

mandato de Ciro (Is. 44:28). Comenzando con el capítulo 40, el profeta elabora un mensaje<br />

alentador que ya había declarado en capítulos anteriores. Dios era omnipotente. Todas las<br />

naciones se hallaban bajo su control. Dios utilizaba a las naciones y a sus reyes para llevar el<br />

juicio sobre Israel y de igual manera podría utilizarlos para restaurar la suerte de su pueblo. La<br />

aparición de Ciro, como rey de Persia, tuvo que haber hecho surgir las esperanzas de los<br />

exiliados que ejercitaron su fe en el predictivo mensaje de los profetas.<br />

***<br />

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