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La ofensiva del capital y el papel de los gobiernos progresistas<br />
La IED se concentra en los sectores industriales que recurren con intensidad a la extracción de recursos<br />
naturales en el contexto de un proceso transnacionalizador constituido por una red de empresas<br />
que tienden a generar enclaves en los lugares donde se instalan, administran el comercio internacional<br />
entre las filiales y, en la práctica, controlan los procesos económicos nacionales.<br />
Tanto a nivel microeconómico (transferencia de tecnología, generación de empleo, apertura de mercados)<br />
como macroeconómico (inversión, crecimiento) es incontrastable que la IED no cumple los<br />
requisitos que debieran exigirse para un desarrollo productivo con justicia social.<br />
La presencia creciente de las ET implica que controlarán una parte significativa del ahorro generado<br />
localmente, por lo que cobra particular relevancia la política de reinversión de utilidades que apliquen<br />
estas empresas en los próximos años. El uso de los excedentes por parte de las ET tendrá un<br />
impacto significativo en las futuras tasas de crecimiento, la estructura productiva, la inserción internacional<br />
y la distribución del ingreso, el cual seguramente no será positivo. Debe concluirse que el<br />
actual proceso de extranjerización de la economía del Cono Sur fortalece y consolida el capitalismo<br />
dependiente.<br />
Es claro que en la actualidad la disputa por la renta de los recursos naturales se ha acentuado entre<br />
las ET y los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela. No sucede lo mismo en el Cono Sur, donde<br />
los gobiernos progresistas son en extremo “generosos” con el capital transnacional y, como consecuencia,<br />
buena parte del territorio de la región está siendo adquirida por empresas transnacionales,<br />
lo cual tendrá repercusiones incalculables en el largo plazo.<br />
Más allá de los discursos, los programas de gobierno, las concepciones de política económica y la<br />
buena o mala voluntad de quienes las implementan, se observa una “neocolonización” que atenta<br />
contra la soberanía y modifica radicalmente nuestro entorno.<br />
El proceso de concentración y extranjerización de los recursos naturales, así como el traspaso de las<br />
industrias –que subsisten– a capitales extranjeros, no es algo novedoso. Lo que preocupa sobremanera<br />
es el volumen de los traspasos y la aceleración de los procesos, con cifras sin precedentes.<br />
Contra lo que otrora eran los discursos de la izquierda, hoy las ventajas otorgadas por los gobiernos<br />
conosureño al capital foráneo han permitido un fuerte proceso de extranjerización de los principales<br />
recursos de cada país, en el que, en los hechos, predomina el proyecto del capital transnacional con<br />
un nuevo formato político.<br />
En términos más amplios, en el mundo, el capitalismo está en crisis, pero los capitalistas tienen<br />
capacidad para comprar tierra, inmuebles y medios de producción en el Sur, generando la desnacionalización<br />
de nuestras economías. Un añejo libro de Eduardo Galeano, “Las venas abiertas de<br />
América Latina”, mantiene toda su actualidad. Si bien se aduce que las ET son necesarias porque<br />
aportan el capital que en América Latina no existe, lo real es exactamente lo contrario: vienen para<br />
llevarse capital, aumentado con las ganancias obtenidas.<br />
La creación de la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), por su parte, tuvo algunos aciertos políticos,<br />
pero no consecuencias en el plano económico. En efecto, el modelo dominante continúa<br />
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