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Carolina Jiménez Martín<br />
En efecto, estas geografías históricas de la acumulación del capital, estas nuevas espacialidades<br />
minero-energéticas del capital trasnacional que se han venido construyendo en Colombia en las<br />
dos últimas décadas, pero de manera más agresiva en el último lustro, son, en buena parte, las<br />
responsables del proceso de desabastecimiento alimentario que hoy vive el país y que se ve reflejado<br />
en un incremento significativo en las toneladas de alimentos importadas, de los procesos de<br />
contaminación ambiental de las fuentes hídricas y del aire, del deterioro ecosistémico, entre otros<br />
múltiples impactos negativos que han sido denunciados y resistidos con firmeza por procesos organizativos<br />
sociales populares en todo el territorio nacional.<br />
El comportamiento de la IED en la región, y particularmente en Colombia, permite afirmar que<br />
su tendencia es marcadamente extractivista, impulsando la consolidación de modelos reprimarizadores-extranjerizadores<br />
a través de los cuales las economías nacionales no se “desarrollan”, no<br />
generan empleos y no pueden construir modelos económicos sustentables ambientalmente. Esta<br />
situación continúa reproduciendo, tal como fue denunciado por Ruy Mauro Marini, lógicas de<br />
dependencia de las economías latinoamericanas a través de las cuales ellas perpetúan la ruptura<br />
del ciclo de la producción-circulación, conduciendo a que sus economías sigan dependiendo de la<br />
realización del ciclo en los mercados externos, con los costos sociales que esta situación representa<br />
para los trabajadores, pues su fondo de consumo pasa a ser parte del fondo de acumulación de<br />
estas clases capitalistas nacionales y trasnacionales, y sobre los territorios, los cuales son los que<br />
soportan la terrible huella ambiental que deja a su paso la presencia del capital minero-energético.<br />
Al lado de esta importante situación en términos del tipo de orientación económica que privilegia<br />
el país y de la extranjerización de la misma 5 , queremos destacar el tema de la repatriación del<br />
capital. Las ETN, especialmente las petroleras, están sacando del país alrededor del 65% de sus<br />
utilidades, una cifra un poco más alta del promedio de la región (alrededor del 55%). Estudios de<br />
Álvaro Moreno señalan que una “proporción cada vez mayor de la riqueza generada en el territorio<br />
nacional fue transferida a las casas matrices de las empresas extranjeras, lo que obviamente reduce<br />
el ingreso nacional de los colombianos que constituye el flujo de recursos destinados al consumo<br />
y a la inversión. (…) Entre 2000 y 2011, la extracción de rentas fue en aumento, pues pasó de 28<br />
dólares por cada 100 dólares de inversión extranjera en 2002 a 107 dólares en 2011: un balance<br />
nítidamente negativo para la economía nacional.” (Álvaro Moreno, 2012)<br />
5 Aunado al tema de la IED para el análisis de la profundización de la extranjerización de las economías<br />
latinoamericanas, también queremos destacar un fenómeno creciente problematizado por<br />
la FAO y denunciado por OXFAM y es el que tiene que ver con la compra de tierras por parte de<br />
empresas extranjeras, fenómeno problemático en la Argentina (que incluso tuvo que aprobar una<br />
ley para limitar la compra de tierras por parte de extranjeros) y en Brasil, y que ya empieza a prender<br />
las alarmas en Colombia, sobre todo en la región de la altillanura. Ver: http://www.portafolio.<br />
co/economia/inversion-extranjera-pone-el-ojo-el-campo.<br />
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