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Julio C. Gambina | Germán Pinazo<br />

estos términos sumamente elocuentes: asistimos a una división del trabajo donde el centro es predominantemente<br />

el lugar de emplazamiento de las actividades cerebrales del capital corporativo y la<br />

periferia el locus de los músculos y los nervios.” (Arrighi, 1997: 188)<br />

En efecto, desde distintas corrientes teóricas existe un cierto consenso acerca de que estamos asistiendo<br />

a una nueva etapa en términos de internacionalización del capital y de la producción de<br />

manufacturas. Muy esquemáticamente, los profundos desarrollos tecnológicos acaecidos durante los<br />

últimos cuarenta años (fundamentalmente aquellos vinculados a la informática, y al desarrollo en las<br />

comunicaciones), aplicados tanto a procesos de producción, como de gestión y comercialización, han<br />

dado lugar a lo que desde distintas corrientes teóricas se ha denominado como cadenas globales de<br />

valor, o procesos de internacionalización de la producción (Kaplinsky, 2005; Arceo, 2006; Arrighi,<br />

1997; Gereffi, 2001; Minian, 2009).<br />

Básicamente hoy en día los distintos eslabones o segmentos que componen la producción de una<br />

misma mercancía final pueden ser divididos entre distintos países en función de distintos objetivos e<br />

incentivos. Estos incluyen desde el abastecimiento de mercados regionales hasta el aprovechamiento<br />

de recursos naturales, o la búsqueda de una mayor calificación y/o menor costo de la mano de obra,<br />

entre otros. Y son las grandes empresas transnacionales dedicadas a la producción manufacturera o a<br />

su comercio las que se han convertido en las conductoras de estas cadenas globales que parecen estar<br />

redefiniendo, a escala global, las lógicas geográficas de producción e intercambio.<br />

En pocas palabras, y para retomar a Arrighi, de lo que se trata es de llevar a la periferia las condiciones<br />

tecnológicas para producir allí, a un bajo costo laboral, las mercancías diseñadas y dirigidas<br />

desde el centro, que serán vendidas tanto en los mercados del centro como en los segmentos de altos<br />

ingresos de la periferia. Como tendencia podemos decir que es un fenómeno que existe desde los<br />

orígenes mismos del modo de producción capitalista. Como señalara Marx: “Hoy, ya no se trata<br />

simplemente de lograr que los salarios ingleses desciendan hasta el nivel de la Europa Continental,<br />

sino de hacer que, en un futuro más o menos cercano, el nivel europeo de los salarios baje hasta el<br />

de China” (Marx, 1987: 505-507).<br />

Ahora bien, si esta tendencia está presente desde los orígenes mismos del capitalismo, las condiciones<br />

técnicas y políticas que la hacen posible son novedosas. Así, por ejemplo, vemos que desde hace 40<br />

años la periferia comienza a participar como nunca lo había hecho en la producción y exportación<br />

mundial de alta tecnología, que sus economías aumentan su productividad laboral y reducen la<br />

brecha con Estados Unidos, que algunos de sus salarios industriales aumentan levemente (siempre<br />

manteniendo amplias brechas con los países desarrollados) y que paralelamente se produce una profunda<br />

reducción de empleos industriales en el centro.<br />

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