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Claudio Lara Cortés<br />

Otros autores ponen más el acento en los problemas presentados por el euro que en la fortaleza del<br />

dólar, pero llegan a las mismas conclusiones, aunque de manera relativizada: el predominio del dólar<br />

en el largo plazo. Así, en opinión de Benjamín J. Cohen (2010), “el euro adolece de varios defectos<br />

críticos”, destacando entre ellos “el fuerte sesgo en contra del crecimiento incorporado a la política<br />

monetaria y fiscal de la zona del euro”, “la anemia de la economía europea” que limita el comercio y<br />

la inversión, o “las ambigüedades de la estructura de gobierno” del área. Por lo demás, el uso del euro<br />

fuera de su área ha permanecido muy restringido a países que están geográfica e institucionalmente<br />

próximos a su influencia.<br />

El último aspecto señalado podría ser una manifestación del hecho de que no está claro que todos los<br />

miembros del EMU deseen expandir el uso del euro a nivel mundial. De una parte, Alemania tiende<br />

a desaprobar un rol global para el euro, ya que complicaría la habilidad del EMU para administrar<br />

su propia política monetaria, mientras que Francia propicia el uso más amplio posible del euro con<br />

el fin de obtener una mayor influencia a nivel global.<br />

Estos planteamientos más que contradecir las dos visiones antes esbozadas, aparecen más bien como<br />

complementarios. El euro estaría demostrando su incapacidad para convertirse en un verdadero<br />

retador o substituto del dólar, ya sea porque no se ha ganado la plena confianza del mercado como<br />

activo alternativo o debido al rápido debilitamiento del poder económico y político de la Unión<br />

Europea ante la dramática crisis económica e institucional que vive. Por lo demás, considerando el<br />

rol que debería cumplir todo ‘hegemón monetario’, el euro tampoco ha sido capaz de expandir la<br />

demanda a nivel regional, menos aún de actuar como fuente global de demanda.<br />

La irrupción internacional del renminbi chino<br />

Si bien el debate sobre las monedas de reserva en los últimos diez años giró en torno al continuo<br />

dominio del dólar y al eventual reto del euro, la larga crisis global y las grandes transformaciones<br />

que la acompañan abrieron el campo de análisis para incorporar al renminbi y a otras monedas. La<br />

escasez de dólares vivida en medio de la agudización de la crisis y la respuesta estadounidense (oferta<br />

de swaps en dólares a otros bancos centrales) marcaron profundamente a las autoridades del gobierno<br />

chino. Esta situación sirvió para evidenciar la dependencia del sistema financiero internacional de<br />

una moneda sujeta a una administración nacional envuelta en una grave crisis (Cheung, 2011).<br />

Justamente para evitar la ‘trampa del dólar’, el gobierno Chino ha introducido desde el año 2009 una<br />

serie de medidas que apuntan a la internacionalización gradual del renminbi. El objetivo de estas<br />

medidas es principalmente comercial –para reducir los costos de transacción para los exportadores e<br />

importadores chinos–, pero también tiene una connotación estratégica. Zha Xiaogang, investigador<br />

del Instituto de Estudios Internacionales de Shanghai, afirma que "las deficiencias del actual sistema<br />

monetario internacional suponen una gran amenaza a la economía de China". Agrega que con el<br />

desplazamiento del dólar se reduciría la volatilidad en los precios del petróleo y de otros productos<br />

básicos. Esto posteriormente permitiría erosionar el "privilegio exorbitante" de que gozan los Estados<br />

Unidos como el emisor de la moneda de reserva en el corazón de una arquitectura financiera internacional<br />

de posguerra que ve ahora como irremediablemente anticuada.<br />

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