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Claudio Lara Cortés<br />
beranos de Alemania, tomados como referentes, y aquellos de los países de la periferia, con funestas<br />
consecuencias para estos últimos.<br />
De esta forma, “el euro ha actuado como el mediador de la crisis mundial en Europa. Desde una<br />
perspectiva marxista, esto no es una gran sorpresa puesto que el euro es una forma de dinero mundial<br />
y no solo una moneda corriente” (Costas Lapavitsas y otros, 2011: 12). Pero el euro no está diseñado<br />
sólo para actuar como medio de pago y de atesoramiento en el mercado mundial (o como una<br />
moneda de reserva), sino además “sirve los intereses de los estados más poderosos que lo comandan<br />
así como a las grandes empresas financieras e industriales que lo desplegaron internacionalmente”<br />
(Costas Lapavitsas y otros, 2011: 14).<br />
En ese sentido, Alemania aparece como el gran ganador, la estabilidad del euro y su amplia adopción<br />
por las principales economías europeas facilitó la continuación de las exportaciones masivas alemanas,<br />
no solo al resto de Europa sino también a los ascendentes países de Asia y América Latina. Claro<br />
que el éxito de la competitividad alemana descansa sobre todo en la ‘moderación salarial’, tal cual<br />
reconoce la propia Merkel. No podía ser de otra forma, puesto que con la adopción del euro, durante<br />
los períodos de crisis y de bajas rentabilidades, la manipulación monetaria (inflación, devaluación)<br />
está descartada, al igual que el ajuste de las tasas de interés para ganar ventajas competitivas para sus<br />
propios sectores empresariales.<br />
En términos más generales, esto explica la constante presión sobre los salarios de los trabajadores y<br />
sus condiciones laborales para asegurar la competitividad del capital europeo en la economía mundial.<br />
Esta presión ha sido más intensa en los países centrales, generando excedentes en el norte y<br />
déficit en el sur. Eso no es todo, la flexibilidad laboral, los ataques a las pensiones, la desregulación<br />
de las profesiones y la privatización de los servicios públicos, han pasado a ocupar un lugar clave en<br />
los programas de austeridad impuestos a la mayoría de los países de la zona europea.<br />
Tales soluciones ortodoxas han fracasado estrepitosamente, hundiendo a la UE en la crisis más grave<br />
y dramática de su historia. Durante el año 2012 ha entrado definitivamente a una nueva recesión,<br />
incluso antes de alcanzar el nivel máximo del Producto Interno Bruto (PIB) de hace cuatro años<br />
atrás. Hasta ahora, la defensa del euro se ha convertido en el principal objetivo de quienes defienden<br />
la integración europea a toda costa, incluso contra la propia democracia y los derechos ciudadanos.<br />
Ya no se escucha el discurso de la irreversibilidad del euro, sino el rumor de una Europa sin euro, al<br />
menos tal cual existe hasta ahora.<br />
La disputa entre el dólar y el euro. Visiones contrapuestas<br />
Para la opinión ortodoxa el dominio del dólar continuará en el largo plazo debido a su fortaleza<br />
(Carbaugh and Hedrick, 2009). Lo más importante, es el poder de incumbencia de que disfruta<br />
el dólar, ya que como moneda de reserva hegemónica a nivel global posee una inercia considerable,<br />
posibilitada por las extensas economías en red. Además, los mercados financieros del dólar todavía<br />
poseen ventajas significativas sobre los mercados financieros del euro en términos de tamaño, calidad<br />
del crédito y liquidez. Tal vez la incorporación de Gran Bretaña al EMU podría compensar lo<br />
anterior.<br />
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