La Directiva Marco del Agua en Catalunya - Generalitat de Catalunya

La Directiva Marco del Agua en Catalunya
El incremento de la salinidad en aguas superficiales
y subterráneas en las zonas litorales ha sido uno de
los mayores obstáculos para el abastecimiento,
tanto agrícola como urbano, de muchos núcleos de
población de Catalunya. Las áreas del litoral catalán
han sufrido desde los años 70 una transformación
en sus actividades tradicionales. El boom turístico
y la construcción de áreas urbanizadas como segundas
residencias coexisten con la agricultura en
los llanos del Empordà, el Tordera, el Llobregat o el
delta del Ebro, o con una agricultura intensiva, como
en el caso del Maresme. En cualquier caso, son
áreas donde durante la época estival coexisten dos
actividades con una gran demanda hídrica.
Esta fuerte demanda, aportada principalmente por
recursos subterráneos, dio lugar a una fuerte intrusión
marina que alcanzó en determinadas zonas
concentraciones elevadísimas de cloruros, y convirtió
el agua subterránea en un agua inadecuada
para uso doméstico y, en algunos casos, incluso
agrícola. En el caso del Alt Empordà, la explotación
de los acuíferos de la llanura aluvial del Muga para
el bastecimiento de Roses, Castelló-Empuriabrava
y Cadaqués se abandonó en el año 1987 cuando la
salinidad del agua subterránea la hacía inaceptable
para su distribución en una red pública (E. Viñals,
com. pers.). Afortunadamente, las propias aportaciones
del Muga, junto con las del Canal Gros, que
procedente del Muga satisface la demanda agrícola
del margen izquierdo del río, han sido suficientes
para abastecer estos núcleos de población con una
calidad adecuada sustituyendo así la explotación
de los recursos subterráneos (Genís, 1987). Actualmente,
la cuña salina producida por la explotación
de las captaciones del aluvial profundo del Muga
ha retrocedido y el agua del acuífero presenta una
buena calidad, y constituyen una reserva de abastecimiento
para el futuro.
No sucede lo mismo en el caso del Tordera. El acuífero
del delta del Tordera ha sido motivo de una
intensa explotación tanto para uso agrícola como
para el abastecimiento de las poblaciones del litoral
de la Selva (Blanes) y de parte del Maresme, y, en
consecuencia, ha desarrollado una importante cuña
salina en su subsuelo que se adentra unos 2,5 km
hacia el interior. Pero, a diferencia del caso ampurdanés,
la baja Tordera no dispone de una fuente
alternativa inmediata que sustituya la explotación
de los recursos subterráneos. Actualmente, la intrusión
marina ha llegado a niveles también inaceptables
y ha obligado en establecer una gestión esmerada
e intensa por parte de la Administración, en
que se incluye una planta desaladora y una posible
conexión futura a la red del Ter.
Otras áreas, como el delta del Llobregat o el Camp
de Tarragona, que por diversos motivos de explotación
en la década de los años 70 habían llegado
a presentar una fuerte salinidad en el agua subterránea,
han mejorado después de suspender su
explotación e importar agua desde otras cuencas
vecinas (Ter y Ebro, respectivamente) y de aplicar
la recarga artificial del acuífero (Llobregat).
Pero el problema de la salinidad también afecta a los
recursos superficiales. La penetración de la cuña
salina en los ríos es un fenómeno natural, que se ve
alterado si se modifica la dinámica fluvial, ya sea por
variaciones de caudal o por modificaciones del cauce.
En el caso del Ebro, la cuña salina que remonta
es un hecho conocido que había sufrido un incremento
por la fuerte regulación que sufre el río. En la
propuesta del Plan Hidrológico Nacional de trasvasar
agua del Ebro, el hecho de posibilitar un aumento de
la magnitud de la cuña salina en el río ha sido uno de
los argumentos de rechazo al Plan. A menor escala,
las modificaciones morfológicas en el tramo bajo del
río Fluvià por extracción de áridos del fondo del cauce
han ocasionado que la cuña salina haya avanzado
unos 2 km hacia adentro desde su posición anterior
a las extracciones, lo cual ha ocasionado que el agua
de los pozos se haya vuelto salobre al captar el agua
salinizada del río, hecho que no ocurría con anterioridad
al dragado del cauce (Mas-Pla et al., 1999).
3.2.2. Presiones e impactos derivados de
las modificación hidromorfológicas en aguas
superficiales
En el caso de las aguas superficiales, las variaciones
de caudal suelen ir ligadas a las variaciones
hidromorfológicas, expresadas por la disminución
de la lámina de agua, las variaciones en la erosión,
transporte y deposición de sedimentos y en la morfología
general de la cauce y la llanura aluvial. El
sistema fluvial presenta una dinámica muy sensible
a los cambios. Presiones que ejerzan variaciones
del caudal, la pendiente, la cantidad de sedimento
disponible y su tamaño pueden ocasionar modificaciones
importantes de la dinámica fluvial y de la
dinámica ecosistémica que sustenta. A menudo,
estas modificaciones son el resultado indirecto de
modificaciones en otros segmentos del río, tanto
aguas abajo como aguas arriba de la zona afectada.
Otras veces, actuaciones sobre el mismo cauce,
ya sean extracciones de áridos o actuaciones
para adecuar la sección del canal a avenidas extraordinarias
y proteger los taludes de la erosión,
dan lugar a una sistemática destrucción del bosque
de ribera y de las características hidrológicas de
este tramo.
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