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doctrina40689

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no LA INDUSTRIA DEL CONTROL DEL DEUTOHace mucho tiempo solíamos burlarnos -cariñosamente- de losempleados públicos, imaginándolos con dos tinteros sobre el escritorio,uno para las cartas oficiales y el otro para las personales. Esa imagenpertenece al pasado, pero no completamente. La recordamoscuando los empleados públicos cometen algunos tipos de delitoscomo presentar las mismas facturas de viáticos dos veces, etc. Estosabusos se consideran más serios que cuando los cometen personascomunes. El empleado público representa no solamente a él mismo,representa a la comunidad, es decir a mí. El empleado del estado tieneentonces mayor responsabilidad y mayor poder que quienes trabajanpara una empresa privada. Esto nos lleva una vez más a lacuestión del honor Si vivo en "condiciones comunitarias", los políticosson parte de mí. Y también lo son quienes tienen a su cargo latarea y la condición simbólica de ser los empleados del estado que tienenel deber de llevar a cabo funciones esenciales. Sus fracasos son mivergüenza; su éxito y decencia mi orguUo.Quizás esta postura le resulte más extraña a un lector de los EstadosUnidos, donde los intereses privados y el estado contratista son másfuertes, que a un lector de Europa, donde el otro estado ha existidodesde siempre. Dahrendorf (1985) describe aquellos días iiicreíbles dela Berlíii de 1945, durante el intervalo que separó los dos regímenes,cuando cayó el estado nazi y la URSS tomó el poder. Transcurrieronalgunos días sin poder estatal y luego se volvió a las condiciones normales,en las que el estado tiene el poder, sólo que esta vez, era unestado diferente. Tal vez Flemming Balvig tenga razón cuando (al comentarmi manuscrito) dice que los europeos consideran en mayormedida a los estados y culturas nacionales como algo que existe desdesiempre, mientras que para los estadounidenses se trata de algocreado por ellos como individuos. Es probable que el estado contratistade Logan armonice con la idiosincracia estadounidense. Pero estasdiferencias no parecen estar bien definidas. Jessica Mitford termina sulibro de la siguiente manera (1974, p. 297):A los que estamos afuera no nos giasta pensar que los guardias son nuestrossi:istitutos. Sin embargo lo son. Y están unidos mtimamente a los cautivoshumanos en un abrazo mortal, detrás de las paredes de la cárcel. Por extensióntambién lo estamos nosotros.La preguiita original de la ética humana adqmere \m doble sentido aterrador:¿soy yo acaso el guarda de mi hemiano?

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