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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> que el valor empezaba a faltarle. Se habían figurado que la solicitud <strong>de</strong> un plazo para dar su<br />

contestación equivalía al preludio <strong>de</strong> su retractación. Car<strong>los</strong> mismo, al notar no sin <strong>de</strong>sprecio el hábito<br />

raído <strong>de</strong>l fraile, su actitud tan llana, la sencillez <strong>de</strong> su oración, había exclamado: "Por cierto no será este<br />

monje el que me convierta en hereje." Empero el valor y la energía que esta vez <strong>de</strong>splegara, así como la<br />

fuerza y la claridad <strong>de</strong> sus argumentaciones, <strong>los</strong> <strong>de</strong>jaron a todos sorprendidos. <strong>El</strong> emperador, lleno <strong>de</strong><br />

admiración, exclamó entonces: "<strong>El</strong> fraile habla con un corazón intrépido y con inmutable valor." Muchos<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> príncipes alemanes veían con orgullo y satisfacción a este representante <strong>de</strong> su raza. Los partidarios<br />

<strong>de</strong> Roma estaban <strong>de</strong>rrotados; su causa ofrecía un aspecto muy <strong>de</strong>sfavorable. Procuraron conservar su<br />

po<strong>de</strong>río, no <strong>por</strong> medio <strong>de</strong> las Escrituras, sino apelando a las amenazas, como lo hace siempre Roma en<br />

semejantes casos. <strong>El</strong> orador <strong>de</strong> la dieta dijo: "Si no te retractas, el emperador y <strong>los</strong> estados <strong>de</strong>l imperio<br />

verán lo que <strong>de</strong>be hacerse con un hereje obstinado." Los amigos <strong>de</strong> Lutero, que habían oído su noble<br />

<strong>de</strong>fensa, poseídos <strong>de</strong> sincero regocijo, temblaron al oír las palabras <strong>de</strong>l orador oficial; pero el doctor<br />

mismo, con toda calma, repuso: "¡Dios me ayu<strong>de</strong>! <strong>por</strong>que <strong>de</strong> nada puedo retractarme." —Ibid.<br />

Se indicó a Lutero que se retirase mientras <strong>los</strong> príncipes <strong>de</strong>liberaban. Todos se daban cuenta <strong>de</strong><br />

que era un momento <strong>de</strong> gran crisis. La persistente negativa <strong>de</strong> Lutero a someterse podía afectar la historia<br />

<strong>de</strong> la iglesia <strong>por</strong> muchos sig<strong>los</strong>. Se acordó darle otra o<strong>por</strong>tunidad para retractarse. Por última vez le<br />

hicieron entrar <strong>de</strong> nuevo en la sala. Se le volvió a preguntar si renunciaba a sus doctrinas. Contestó: "No<br />

tengo otra respuesta que dar, que la que he dado." Era ya bien claro y evi<strong>de</strong>nte que no podrían inducirle<br />

a ce<strong>de</strong>r, ni <strong>de</strong> grado ni <strong>por</strong> fuerza, a las exigencias <strong>de</strong> Roma. Los caudil<strong>los</strong> papales estaban acongojados<br />

<strong>por</strong>que su po<strong>de</strong>r, que había hecho temblar a <strong>los</strong> reyes y a <strong>los</strong> nobles, era así <strong>de</strong>spreciado <strong>por</strong> un pobre<br />

monje, y se propusieron hacerle sentir su ira, entregándole al tormento. Pero, reconociendo Lutero el<br />

peligro que corría, había hablado a todos con dignidad y serenidad cristiana.<br />

Sus palabras habían estado exentas <strong>de</strong> orgullo, pasión o falsedad. Se había perdido <strong>de</strong> vista a sí<br />

mismo y a <strong>los</strong> gran<strong>de</strong>s hombres que le ro<strong>de</strong>aban, y sólo sintió que se hallaba en presencia <strong>de</strong> Uno que<br />

era infinitamente superior a <strong>los</strong> papas, a <strong>los</strong> prelados, a <strong>los</strong> reyes y a <strong>los</strong> emperadores. Cristo mismo<br />

había hablado <strong>por</strong> medio <strong>de</strong>l testimonio <strong>de</strong> Lutero con tal po<strong>de</strong>r y gran<strong>de</strong>za, que tanto en <strong>los</strong> amigos<br />

como en <strong>los</strong> adversarios <strong>de</strong>spertó pavor y asombro. <strong>El</strong> Espíritu <strong>de</strong> Dios había estado presente en aquel<br />

concilio impresionando vivamente <strong>los</strong> corazones <strong>de</strong> <strong>los</strong> jefes <strong>de</strong>l imperio. Varios príncipes reconocieron<br />

sin embozo la justicia <strong>de</strong> la causa <strong>de</strong>l reformador. Muchos se convencieron <strong>de</strong> la verdad; pero en algunos<br />

la impresión no fue dura<strong>de</strong>ra. Otros aún hubo que en aquel momento no manifestaron sus convicciones,<br />

pero que, habiendo estudiado las Escrituras <strong>de</strong>spués, llegaron a ser intrépidos sostenedores <strong>de</strong> la Reforma.<br />

<strong>El</strong> elector Fe<strong>de</strong>rico había aguardado con ansiedad la comparecencia <strong>de</strong> Lutero ante la dieta y<br />

escuchó su discurso con profunda emoción. Experimentó regocijo y orgullo al presenciar el valor <strong>de</strong>l<br />

fraile, su firmeza y el modo en que se mostraba dueño <strong>de</strong> sí mismo, y resolvió <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rle con mayor<br />

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