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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

suplicaba a Dios <strong>por</strong> su propia seguridad, sino <strong>por</strong> el triunfo <strong>de</strong>l Evangelio. La angustia que sintiera<br />

Israel en aquella lucha nocturna que sostuviera a orillas <strong>de</strong>l arroyo solitario, era la que él sentía en su<br />

alma. Y lo mismo que Israel, Lutero prevaleció con Dios. En su <strong>de</strong>samparo su fe se cifró en Cristo el<br />

po<strong>de</strong>roso libertador. Sintióse fortalecido con la plena seguridad <strong>de</strong> que no comparecería solo ante el<br />

concilio. La paz volvió a su alma e inundóse <strong>de</strong> gozo su corazón al pensar que iba a ensalzar a Cristo<br />

ante <strong>los</strong> gobernantes <strong>de</strong> la nación. Con el ánimo puesto en Dios se preparó Lutero para la lucha que le<br />

aguardaba. Meditó un plan <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa, examinó pasajes <strong>de</strong> sus propios escritos y sacó pruebas <strong>de</strong> las<br />

Santas Escrituras para sustentar sus proposiciones. Luego, colocando la mano izquierda sobre la Biblia<br />

que estaba abierta <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él, alzó la diestra hacia el cielo y juró "permanecer fiel al Evangelio, y<br />

confesar libremente su fe, aunque tuviese que sellar su confesión con su sangre." —Ibid.<br />

Cuando fue llevado nuevamente ante la dieta, no revelaba su semblante sombra alguna <strong>de</strong> temor<br />

ni <strong>de</strong> cortedad. Sereno y manso, a la vez que valiente y digno, presentóse como testigo <strong>de</strong> Dios entre <strong>los</strong><br />

po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> la tierra. <strong>El</strong> canciller le exigió que dijese si se retractaba <strong>de</strong> sus doctrinas. Lutero respondió<br />

<strong>de</strong>l modo más sumiso y humil<strong>de</strong>, sin violencia ni apasionamiento. Su <strong>por</strong>te era correcto y respetuoso si<br />

bien revelaba en sus modales una confianza y un gozo que llenaban <strong>de</strong> sorpresa a la asamblea.<br />

"¡Serenísimo emperador ! ¡ ilustres príncipes, benignísimos señores! — dijo Lutero.— Comparezco<br />

humil<strong>de</strong>mente hoy ante vosotros, según la or<strong>de</strong>n que se me comunicó ayer, suplicando <strong>por</strong> la<br />

misericordia <strong>de</strong> Dios, a vuestra majestad y a vuestras augustas altezas, se dignen escuchar<br />

bondadosamente la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> una causa acerca <strong>de</strong> la cual tengo la convicción que es justa y verda<strong>de</strong>ra.<br />

Si falto <strong>por</strong> ignorancia a <strong>los</strong> usos y conveniencias <strong>de</strong> las cortes, perdonádmelo; pues no he sido educado<br />

en <strong>los</strong> palacios <strong>de</strong> <strong>los</strong> reyes, sino en la obscuridad <strong>de</strong>l claustro."—Ibid.<br />

Entrando luego en el asunto pendiente, hizo constar que sus escritos no eran todos <strong>de</strong>l mismo<br />

carácter. En algunos había tratado <strong>de</strong> la fe y <strong>de</strong> las buenas obras y aun sus enemigos <strong>los</strong> <strong>de</strong>claraban no<br />

sólo inofensivos, sino hasta provechosos. Retractarse <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, dijo, sería con<strong>de</strong>nar verda<strong>de</strong>s que todo el<br />

mundo se gozaba en confesar. En otros escritos exponía <strong>los</strong> abusos y la corrupción <strong>de</strong>l papado. Revocar<br />

lo que había dicho sobre el particular equivaldría a infundir nuevas fuerzas a la tiranía <strong>de</strong> Roma y a abrir<br />

a tan gran<strong>de</strong>s impieda<strong>de</strong>s una puerta aun más ancha. Finalmente había una tercera categoría <strong>de</strong> escritos<br />

en que atacaba a simples particulares que querían <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r <strong>los</strong> males reinantes. En cuanto a esto confesó<br />

francamente que <strong>los</strong> había atacado con más acritud <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>bido. No se <strong>de</strong>claró inocente, pero tampoco<br />

podía retractar dichos libros, sin envalentonar a <strong>los</strong> enemigos <strong>de</strong> la verdad, dándoles ocasión para<br />

<strong>de</strong>spedazar con mayor crueldad al pueblo <strong>de</strong> Dios.<br />

Sin embargo —añadió,— soy un simple hombre, y no Dios; <strong>por</strong> consiguiente me <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>ré como<br />

lo hizo Jesucristo al <strong>de</strong>cir: 'Si he hablado mal, dadme testimonio <strong>de</strong>l mal.' . . . Os conjuro <strong>por</strong> el Dios <strong>de</strong><br />

las misericordias, a vos, serenísimo emperador y a vosotros, ilustres príncipes, y a todos <strong>los</strong> <strong>de</strong>más, <strong>de</strong><br />

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