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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

"Que tu espíritu se preocupe <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> la salvación <strong>de</strong> las almas y no <strong>de</strong> las comodida<strong>de</strong>s<br />

y bienes tem<strong>por</strong>ales. Cuida <strong>de</strong> no adornar tu casa más que tu alma; y sobre todo cuida <strong>de</strong>l edificio<br />

espiritual. Sé humil<strong>de</strong> y piadoso con <strong>los</strong> pobres; no gastes tu hacienda en banquetes; si no te perfeccionas<br />

y no te abstienes <strong>de</strong> superfluida<strong>de</strong>s temo que seas severamente castigado, como yo lo soy. . . . Conoces<br />

mi doctrina <strong>por</strong>que <strong>de</strong> ella te he instruido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que eras niño; es inútil, pues, que te escriba más. Pero<br />

te ruego encarecidamente, <strong>por</strong> la misericordia <strong>de</strong> nuestro Señor, que no me imites en ninguna <strong>de</strong> las<br />

vanida<strong>de</strong>s en que me has visto caer." En la cubierta <strong>de</strong> la carta, añadió: "Te ruego mucho, amigo mío,<br />

que no rompas este sello sino cuando tengas la seguridad <strong>de</strong> que yo haya muerto."— Id., págs. 163, 164.<br />

En el curso <strong>de</strong> su viaje vio Hus <strong>por</strong> todas partes señales <strong>de</strong> la propagación <strong>de</strong> sus doctrinas y <strong>de</strong> la buena<br />

acogida <strong>de</strong> que gozaba su causa. Las gentes se agolpaban para ir a su encuentro, y en algunos pueb<strong>los</strong> le<br />

acompañaban <strong>los</strong> magistrados <strong>por</strong> las calles.<br />

Al llegar a Constanza, Hus fue <strong>de</strong>jado en completa libertad. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l salvoconducto <strong>de</strong>l<br />

emperador, se le dio una garantía personal que le aseguraba la protección <strong>de</strong>l papa. Pero esas solemnes<br />

y repetidas promesas <strong>de</strong> seguridad fueron violadas, y pronto el reformador fue arrestado <strong>por</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l<br />

pontífice y <strong>de</strong> <strong>los</strong> car<strong>de</strong>nales, y encerrado en un inmundo calabozo. Más tar<strong>de</strong> fue transferido a un castillo<br />

feudal, al otro lado <strong>de</strong>l Rin, don<strong>de</strong> se le tuvo preso. Pero el papa sacó poco provecho <strong>de</strong> su perfidia, pues<br />

fue luego encerrado en la misma cárcel. (Id., 129<br />

pág. 269.) Se le probó ante el concilio que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> homicidios, simonía y adulterio, era<br />

culpable <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>litos más viles, "pecados que no se pue<strong>de</strong>n mencionar." Así <strong>de</strong>claro el mismo concilio<br />

y finalmente se le <strong>de</strong>spojó <strong>de</strong> la tiara y se le arrojó en un calabozo. Los antipapas fueron <strong>de</strong>stituidos<br />

también y un nuevo pontífice fue elegido. Aunque el mismo papa se había hecho culpable <strong>de</strong> crímenes<br />

mayores que aquel<strong>los</strong> <strong>de</strong> que Hus había acusado a <strong>los</strong> sacerdotes, y <strong>por</strong> <strong>los</strong> cuales exigía que se hiciese<br />

una reforma, con todo, el mismo concilio que <strong>de</strong>gradara al pontífice, procedió a concluir con el<br />

reformador. <strong>El</strong> encarcelamiento <strong>de</strong> Hus <strong>de</strong>spertó gran<strong>de</strong> indignación en Bohemia. Algunos nobles<br />

po<strong>de</strong>rosos se dirigieron al concilio protestando contra tamaño ultraje. <strong>El</strong> emperador, que <strong>de</strong> mala gana<br />

había consentido en que se violase su salvoconducto, se opuso a que se procediera contra él. Pero <strong>los</strong><br />

enemigos <strong>de</strong>l reformador eran malévo<strong>los</strong> y resueltos. Apelaron a las preocupaciones <strong>de</strong>l emperador, a<br />

sus temores y a su celo <strong>por</strong> la iglesia. Le presentaron argumentos muy po<strong>de</strong>rosos para convencerle <strong>de</strong><br />

que "no había que guardar la palabra empeñada con herejes, ni con personas sospechosas <strong>de</strong> herejía,<br />

aun cuando estuvieran provistas <strong>de</strong> salvoconductos <strong>de</strong>l emperador y <strong>de</strong> reyes."—Jacques Lenfant,<br />

"Histoire du Concile <strong>de</strong> Constance," tomo I, pág. 493 (Amsterdam, 1727). De ese modo se salieron con<br />

la suya.<br />

Debilitado <strong>por</strong> la enfermedad y <strong>por</strong> el encierro, pues el aire húmedo y sucio <strong>de</strong>l calabozo le<br />

ocasionó una fiebre que estuvo a punto <strong>de</strong> llevarle al sepulcro, Hus fue al fin llevado ante el concilio.<br />

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