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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Los hombres no pue<strong>de</strong>n rechazar impunemente <strong>los</strong> avisos que Dios les envía en su misericordia.<br />

Un mensaje fue enviado <strong>de</strong>l cielo al mundo en tiempo <strong>de</strong> Noé, y la salvación <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong>pendía<br />

<strong>de</strong> la manera en que aceptaran ese mensaje. Por el hecho <strong>de</strong> que ella había rechazado la amonestación,<br />

el Espíritu <strong>de</strong> Dios se retiró <strong>de</strong> la raza pecadora que pereció en las aguas <strong>de</strong>l diluvio. En tiempo <strong>de</strong><br />

Abrahán la misericordia <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> alegar con <strong>los</strong> culpables vecinos <strong>de</strong> Sodoma, y todos, excepto Lot con<br />

su mujer y dos hijas, fueron consumidos <strong>por</strong> el fuego que <strong>de</strong>scendió <strong>de</strong>l cielo. Otro tanto sucedió en días<br />

<strong>de</strong> Cristo. <strong>El</strong> Hijo <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>claró a <strong>los</strong> judíos incrédu<strong>los</strong> <strong>de</strong> aquella generación: "He aquí vuestra casa<br />

os es <strong>de</strong>jada <strong>de</strong>sierta." (S. Mateo 23: 38.) Consi<strong>de</strong>rando <strong>los</strong> últimos días, el mismo— Po<strong>de</strong>r Infinito<br />

<strong>de</strong>clara respecto <strong>de</strong> <strong>los</strong> que "no recibieron el amor <strong>de</strong> la verdad para ser salvos:" "Por lo tanto, les envía<br />

Dios operación <strong>de</strong> error, para que crean a la mentira; para que sean con<strong>de</strong>nados todos <strong>los</strong> que no creyeron<br />

a la verdad, antes consintieron a la iniquidad." (2 Tesalonicenses 2: 10-12.) A medida que se rechazan<br />

las enseñanzas <strong>de</strong> su Palabra, Dios retira su Espíritu y <strong>de</strong>ja a <strong>los</strong> hombres en brazos <strong>de</strong>l engaño que tanto<br />

les gusta. Pero Cristo interce<strong>de</strong> aún <strong>por</strong> el hombre, y se otorgará luz a <strong>los</strong> que la buscan. Aunque esto no<br />

lo comprendieron al principio <strong>los</strong> adventistas, les resultó claro <strong>de</strong>spués, a medida que <strong>los</strong> pasajes bíblicos<br />

que <strong>de</strong>finen la verda<strong>de</strong>ra posición <strong>de</strong> el<strong>los</strong> empezaron a hacerse inteligibles.<br />

Cuando pasó la fecha fijada para 1844, hubo un tiempo <strong>de</strong> gran prueba para <strong>los</strong> que conservaban<br />

aún la fe adventista. Su único alivio en lo concerniente a <strong>de</strong>terminar su verda<strong>de</strong>ra situación, fue la luz<br />

que dirigió su espíritu hacia el santuario celestial. Algunos <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> creer en la manera en que habían<br />

calculado antes <strong>los</strong> períodos proféticos, y atribuyeron a factores humanos o satánicos la po<strong>de</strong>rosa<br />

influencia <strong>de</strong>l Espíritu Santo que había acompañado al movimiento adventista. Otros creyeron<br />

firmemente que el Señor <strong>los</strong> había conducido en su vida pasada; y mientras esperaban, velaban y oraban<br />

para conocer la voluntad <strong>de</strong> Dios, llegaron a compren<strong>de</strong>r que su gran Sumo Sacerdote había empezado<br />

a <strong>de</strong>sempeñar otro ministerio y, siguiéndole con fe, fueron inducidos a ver a<strong>de</strong>más la obra final <strong>de</strong> la<br />

iglesia. Obtuvieron un conocimiento más claro <strong>de</strong> <strong>los</strong> mensajes <strong>de</strong> <strong>los</strong> primeros ángeles, y quedaron<br />

preparados para recibir y dar al mundo la solemne amonestación <strong>de</strong>l tercer ángel <strong>de</strong> Apocalipsis 14.<br />

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