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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

primera cosa que <strong>de</strong>bemos hacer, es orar; haced saber al pueblo que en esta hora él mismo se halla<br />

expuesto al filo <strong>de</strong> la espada y a la ira <strong>de</strong>l diablo; haced que ore." —Ibid.<br />

En otra ocasión, con fecha posterior, refiriéndose a la liga que trataban <strong>de</strong> organizar <strong>los</strong> príncipes<br />

reformados, Lutero <strong>de</strong>claró que la única arma que <strong>de</strong>bería emplearse en esa causa era la espada <strong>de</strong>l<br />

Espíritu." Escribió al elector <strong>de</strong> Sajonia: "No po<strong>de</strong>mos en conciencia aprobar la alianza propuesta.<br />

Preferiríamos morir diez veces antes que el Evangelio fuese causa <strong>de</strong> <strong>de</strong>rramar una gota <strong>de</strong> sangre.<br />

Nuestra parte es ser como ovejas <strong>de</strong>l mata<strong>de</strong>ro. La cruz <strong>de</strong> Cristo hay que llevarla. No tema su alteza.<br />

Más po<strong>de</strong>mos nosotros con nuestras oraciones que todos nuestros enemigos con sus jactancias. Más que<br />

nada evitad que se manchen vuestras manos con la sangre <strong>de</strong> vuestros hermanos. Si el emperador exige<br />

que seamos llevados ante sus tribunales, estamos listos para comparecer. No podéis <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la fe: cada<br />

cual <strong>de</strong>be creer a costa suya." —Id., cap. 1.<br />

Del lugar secreto <strong>de</strong> oración fue <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vino el po<strong>de</strong>r que hizo estremecerse al mundo en <strong>los</strong><br />

días <strong>de</strong> la gran Reforma. Allí, con santa calma, se mantenían firmes <strong>los</strong> siervos <strong>de</strong> Dios sobre la roca <strong>de</strong><br />

sus promesas. Durante la agitación <strong>de</strong> Augsburgo, Lutero "no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> <strong>de</strong>dicar tres horas al día a la oración;<br />

y este tiempo lo tomaba <strong>de</strong> las horas <strong>de</strong>l día más propicias al estudio." En lo secreto <strong>de</strong> su vivienda se le<br />

oía <strong>de</strong>rramar su alma ante Dios con palabras "<strong>de</strong> adoración, <strong>de</strong> temor y <strong>de</strong> esperanza, como si hablara<br />

con un amigo." "Sé que eres nuestro Padre y nuestro Dios — <strong>de</strong>cía,— y que has <strong>de</strong> <strong>de</strong>sbaratar a <strong>los</strong> que<br />

persiguen a tus hijos, <strong>por</strong>que tú también estás envuelto en el mismo peligro que nosotros. Todo este<br />

asunto es tuyo y si en él estamos también interesados nosotros es <strong>por</strong>que a ello nos constreñiste.<br />

Defién<strong>de</strong>nos, pues, ¡oh Padre!" —Id., lib. 14, cap. 6. A Melanchton que se hallaba agobiado bajo el peso<br />

<strong>de</strong> la ansiedad y <strong>de</strong>l temor, le escribió: "¡Gracia y paz en Jesucristo! ¡En Cristo, digo, y no en el mundo!<br />

¡Amén! Aborrezco <strong>de</strong> todo corazón esos cuidados exagerados que os consumen. Si la causa es injusta,<br />

abandonadla, y si es justa, ¿<strong>por</strong> qué hacer mentir la promesa <strong>de</strong> Aquel que nos manda dormir y <strong>de</strong>scansar<br />

sin temor? . . . Jesucristo no faltará en la obra <strong>de</strong> justicia y <strong>de</strong> verdad. <strong>El</strong> vive, él reina, ¿qué, pues,<br />

temeremos? —Ibid. 257<br />

Dios oyó <strong>los</strong> clamores <strong>de</strong> sus hijos. Infundió gracia y valor a <strong>los</strong> príncipes y ministros para que<br />

sostuvieran la verdad contra las potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las tinieblas <strong>de</strong> este mundo. Dice el Señor: "¡He aquí que<br />

yo pongo en Sión la piedra principal <strong>de</strong>l ángulo, escogida, preciosa; y aquel que creyere en ella no<br />

quedará avergonzado!" (1 S. Pedro 2: 6, V.M.) Los reformadores protestantes habían edificado sobre<br />

Cristo y las puertas <strong>de</strong>l infierno no podían prevalecer contra el<strong>los</strong>.<br />

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