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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

<strong>de</strong> la libertad civil y religiosa. Muchos protestantes suponen que la religión católica no es atractiva y que<br />

su culto es una serie <strong>de</strong> ceremonias áridas y sin significado. Pero están equivocados. Si bien el<br />

romanismo se basa en el engaño, no es una impostura grosera ni <strong>de</strong>sprovista <strong>de</strong> arte. <strong>El</strong> culto <strong>de</strong> la iglesia<br />

romana es un ceremonial que impresiona profundamente. Lo brillante <strong>de</strong> sus ostentaciones y la<br />

solemnidad <strong>de</strong> sus ritos fascinan <strong>los</strong> sentidos <strong>de</strong>l pueblo y acallan la voz <strong>de</strong> la razón y <strong>de</strong> la conciencia.<br />

Todo encanta a la vista. Sus soberbias iglesias, sus procesiones imponentes, sus altares <strong>de</strong> oro, sus<br />

relicarios <strong>de</strong> joyas, sus pinturas escogidas y sus exquisitas esculturas, todo apela al amor <strong>de</strong> la belleza.<br />

Al oído también se le cautiva. Su música no tiene igual. Los graves acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l órgano po<strong>de</strong>roso, unidos<br />

a la melodía <strong>de</strong> numerosas voces que resuenan y repercuten <strong>por</strong> entre las elevadas naves y columnas <strong>de</strong><br />

sus gran<strong>de</strong>s catedrales, no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> producir en <strong>los</strong> espíritus impresiones <strong>de</strong> respeto y reverencia.<br />

Este esplendor, esta pompa y estas ceremonias exteriores, que no sirven más que para <strong>de</strong>jar burlados <strong>los</strong><br />

anhe<strong>los</strong> <strong>de</strong> las almas enfermas <strong>de</strong> pecado, son clara evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la corrupción interior. La religión <strong>de</strong><br />

Cristo no necesita <strong>de</strong> tales atractivos para hacerse recomendable. Bajo <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong> luz que emite la cruz,<br />

el verda<strong>de</strong>ro cristianismo se muestra tan puro y tan hermoso, que ninguna <strong>de</strong>coración exterior pue<strong>de</strong><br />

realzar su verda<strong>de</strong>ro valor. Es la hermosura <strong>de</strong> la santidad, o sea un espíritu manso y apacible, lo que<br />

tiene valor <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios.<br />

La brillantez <strong>de</strong>l estilo no es necesariamente indicio <strong>de</strong> pensamientos puros y elevados.<br />

Encuéntranse a menudo conceptos <strong>de</strong>l arte y refinamientos <strong>de</strong>l gusto en espíritus carnales y sensuales.<br />

Satanás suele valerse a menudo <strong>de</strong> el<strong>los</strong> para hacer olvidar a <strong>los</strong> hombres las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l alma, para<br />

hacerles per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista la vida futura e inmortal, para alejar<strong>los</strong> <strong>de</strong> su Salvador infinito e inducir<strong>los</strong> a<br />

vivir para este mundo solamente. Una religión <strong>de</strong> ceremonias exteriores es propia para atraer al corazón<br />

irregenerado. La pompa y el ceremonial <strong>de</strong>l culto católico ejercen un po<strong>de</strong>r seductor, fascinador, que<br />

engaña a muchas personas, las cuales llegan a consi<strong>de</strong>rar a la iglesia romana como la verda<strong>de</strong>ra puerta<br />

<strong>de</strong>l cielo. Sólo pue<strong>de</strong>n resistir su influencia <strong>los</strong> que pisan con pie firme en el fundamento <strong>de</strong> la verdad y<br />

cuyos corazones han sido regenerados <strong>por</strong> el Espíritu <strong>de</strong> Dios. Millares <strong>de</strong> personas que no conocen <strong>por</strong><br />

experiencia a Cristo, serán llevadas a aceptar las formas <strong>de</strong> una piedad sin po<strong>de</strong>r. Semejante religión es,<br />

precisamente, lo que las multitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sean.<br />

<strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> que la iglesia asevere tener el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> perdonar pecados induce a <strong>los</strong> romanistas a<br />

sentirse libres para pecar; y el mandamiento <strong>de</strong> la confesión sin la cual ella no otorga su perdón, tien<strong>de</strong><br />

a<strong>de</strong>más a dar bríos al mal. <strong>El</strong> que se arrodilla ante un hombre caído y le expone en la confesión <strong>los</strong><br />

pensamientos y <strong>de</strong>seos secretos <strong>de</strong> su corazón, rebaja su dignidad y <strong>de</strong>grada todos <strong>los</strong> nobles instintos<br />

<strong>de</strong> su alma. Al <strong>de</strong>scubrir <strong>los</strong> pecados <strong>de</strong> su alma a un sacerdote —mortal <strong>de</strong>sviado y pecador, y<br />

<strong>de</strong>masiado a menudo corrompido <strong>por</strong> el vino y la impureza— el hombre rebaja el nivel <strong>de</strong> su carácter y<br />

consecuentemente se corrompe. La i<strong>de</strong>a que tenía <strong>de</strong> Dios resulta envilecida a semejanza <strong>de</strong> la<br />

humanidad caída, pues el sacerdote hace el papel <strong>de</strong> representante <strong>de</strong> Dios. Esta confesión <strong>de</strong>gradante<br />

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