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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Capítulo 4: Fieles Porta Antorchas<br />

AUNQUE sumida a tierra en tinieblas durante el largo período <strong>de</strong> la supremacía papal, la luz <strong>de</strong><br />

la verdad no pudo apagarse <strong>por</strong> completo. En todas las eda<strong>de</strong>s hubo testigos <strong>de</strong> Dios, hombres que<br />

conservaron su fe en Cristo como único mediador entre Dios y <strong>los</strong> hombres, que reconocían la Biblia<br />

como única regla <strong>de</strong> su vida y santificaban el verda<strong>de</strong>ro día <strong>de</strong> reposo. Nunca sabrá la posteridad cuánto<br />

<strong>de</strong>be el mundo a esos hombres. Se les marcaba como a herejes, <strong>los</strong> móviles que <strong>los</strong> inspiraban eran<br />

impugnados, su carácter difamado y sus escritos prohibidos, adulterados o mutilados. Sin embargo<br />

permanecieron firmes, y <strong>de</strong> siglo en siglo conservaron pura su fe, como herencia sagrada para las<br />

generaciones futuras.<br />

La historia <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> Dios durante <strong>los</strong> sig<strong>los</strong> <strong>de</strong> obscuridad que siguieron a la supremacía <strong>de</strong><br />

Roma, está escrita en el cielo, aunque ocupa escaso lugar en las crónicas <strong>de</strong> la humanidad. Pocas son las<br />

huellas que <strong>de</strong> su existencia pue<strong>de</strong>n encontrarse fuera <strong>de</strong> las que se encuentran en las acusaciones <strong>de</strong> sus<br />

perseguidores. La política <strong>de</strong> Roma consistió en hacer <strong>de</strong>saparecer toda huella <strong>de</strong> oposición a sus<br />

doctrinas y <strong>de</strong>cretos. Trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir todo lo que era herético, bien se tratase <strong>de</strong> personas o <strong>de</strong> escritos.<br />

Las simples expresiones <strong>de</strong> duda u objeciones acerca <strong>de</strong> la autoridad <strong>de</strong> <strong>los</strong> dogmas papales bastaban<br />

para quitarle la vida al rico o al pobre, al po<strong>de</strong>roso o al humil<strong>de</strong>. Igualmente se esforzó Roma en 74<br />

<strong>de</strong>struir todo lo que <strong>de</strong>nunciase su crueldad contra <strong>los</strong> disi<strong>de</strong>ntes. Los concilios papales <strong>de</strong>cretaron<br />

que <strong>los</strong> libros o escritos que hablasen sobre el particular fuesen quemados. Antes <strong>de</strong> la invención <strong>de</strong> la<br />

imprenta eran pocos <strong>los</strong> libros, y su forma no se prestaba para conservar<strong>los</strong>, <strong>de</strong> modo que <strong>los</strong> romanistas<br />

encontraron pocos obstácu<strong>los</strong> para llevar a cabo sus propósitos. Ninguna iglesia que estuviese <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> límites <strong>de</strong> la jurisdicción romana gozó mucho tiempo en paz <strong>de</strong> su libertad <strong>de</strong> conciencia. No bien se<br />

hubo hecho dueño <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r el papado, extendió <strong>los</strong> brazos para aplastar a todo el que rehusara reconocer<br />

su gobierno; y una tras otra las iglesias se sometieron a su dominio. En Gran Bretaña el cristianismo<br />

primitivo había echado raíces <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy temprano. <strong>El</strong> Evangelio recibido <strong>por</strong> <strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong> este país<br />

en <strong>los</strong> primeros sig<strong>los</strong> no se había corrompido con la apostasía <strong>de</strong> Roma. La persecución <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

emperadores paganos, que se extendió aún hasta aquellas remotas playas, fue el único don que las<br />

primeras iglesias <strong>de</strong> Gran Bretaña recibieron <strong>de</strong> Roma. Muchos <strong>de</strong> <strong>los</strong> cristianos que huían <strong>de</strong> la<br />

persecución en Inglaterra hallaron refugio en Escocia; <strong>de</strong> allí la verdad fue llevada a Irlanda, y en todos<br />

esos países fue recibida con gozo.<br />

Luego que <strong>los</strong> sajones invadieron a Gran Bretaña, el paganismo llegó a predominar. Los<br />

conquistadores <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñaron ser instruídos <strong>por</strong> sus esclavos, y <strong>los</strong> cristianos tuvieron que refugiarse en <strong>los</strong><br />

páramos. No obstante la luz, escondida <strong>por</strong> algún tiempo, siguió ardiendo. Un siglo más tar<strong>de</strong> brilló en<br />

Escocia con tal intensidad que se extendió a muy lejanas tierras. De Irlanda salieron el piadoso<br />

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