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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

profesaban ser ministros <strong>de</strong> Cristo. Cuando la gente se <strong>de</strong>spertaba y empezaba a inquirir el camino <strong>de</strong> la<br />

salvación, <strong>los</strong> maestros en religión se interponían entre el<strong>los</strong> y la verdad, tratando <strong>de</strong> tranquilizar sus<br />

temores con falsas interpretaciones <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios. Los atalayas infieles colaboraban en la obra<br />

<strong>de</strong>l gran engañador, clamando: Paz, paz, cuando Dios no había hablado <strong>de</strong> paz. Como <strong>los</strong> fariseos en<br />

tiempo <strong>de</strong> Cristo, muchos se negaban a entrar en el reino <strong>de</strong> <strong>los</strong> cie<strong>los</strong>, e impedían a <strong>los</strong> que querían<br />

entrar. La sangre <strong>de</strong> esas almas será <strong>de</strong>mandada <strong>de</strong> sus manos.<br />

Los miembros más humil<strong>de</strong>s y piadosos <strong>de</strong> las iglesias eran generalmente <strong>los</strong> primeros en aceptar<br />

el mensaje. Los que estudiaban la Biblia <strong>por</strong> sí mismos no podían menos que echar <strong>de</strong> ver que el carácter<br />

<strong>de</strong> las opiniones corrientes respecto <strong>de</strong> la profecía era contrario a las Sagradas Escrituras; y don<strong>de</strong>quiera<br />

que el pueblo no estuviese sujeto a la influencia <strong>de</strong>l clero y escudriñara la Palabra <strong>de</strong> Dios <strong>por</strong> sí mismo,<br />

la doctrina <strong>de</strong>l advenimiento no necesitaba más que ser cotejada con las Escrituras para que se<br />

reconociese su autoridad divina. Muchos fueron perseguidos <strong>por</strong> sus hermanos incrédu<strong>los</strong>. Para<br />

conservar sus puestos en las iglesias, algunos consintieron en guardar silencio respecto a su esperanza;<br />

pero otros sentían que la fi<strong>de</strong>lidad para con Dios les prohibía tener así ocultas las verda<strong>de</strong>s que él les<br />

había comunicado. No pocos fueron excluídos <strong>de</strong> la comunión <strong>de</strong> la iglesia <strong>por</strong> la única razón <strong>de</strong> haber<br />

dado expresión a su fe en la venida <strong>de</strong> Cristo. Muy valiosas eran estas palabras <strong>de</strong>l profeta dirigidas a<br />

<strong>los</strong> que sufrían esa prueba <strong>de</strong> su fe: "Vuestros hermanos <strong>los</strong> que os aborrecen, y os niegan <strong>por</strong> causa <strong>de</strong><br />

mi nombre, dijeron: Glorifíquese Jehová. Mas él se mostrará con alegría vuestra, y el<strong>los</strong> serán<br />

confundidos." (Isaías 66: 5.)<br />

Los ángeles <strong>de</strong> Dios observaban con el más profundo interés el resultado <strong>de</strong> la amonestación.<br />

Cuando las iglesias rechazaban el mensaje, <strong>los</strong> ángeles se apartaban con tristeza. Sin embargo, eran<br />

muchos <strong>los</strong> que no habían sido probados con respecto a la verdad <strong>de</strong>l advenimiento. Muchos se <strong>de</strong>jaron<br />

<strong>de</strong>scarriar <strong>por</strong> maridos, esposas, padres o hijos, y se les hizo creer que era pecado prestar siquiera oídos<br />

a las herejías enseñadas <strong>por</strong> <strong>los</strong> adventistas. Los ángeles recibieron or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> velar fielmente sobre esas<br />

almas, pues otra luz había <strong>de</strong> brillar aún sobre ellas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el trono <strong>de</strong> Dios. Los que habían aceptado el<br />

mensaje velaban <strong>por</strong> la venida <strong>de</strong> su Salvador con in<strong>de</strong>cible esperanza. <strong>El</strong> tiempo en que esperaban ir a<br />

su encuentro estaba próximo. Y a esa hora se acercaban con solemne calma. Descansaban en dulce<br />

comunión con Dios, y esto era para el<strong>los</strong> prenda segura <strong>de</strong> la paz que tendrían en la gloria veni<strong>de</strong>ra.<br />

Ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> que abrigaron esa esperanza y esa confianza pudo olvidar aquellas horas tan preciosas<br />

<strong>de</strong> expectación. Pocas semanas antes <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong>terminado <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> lado la mayor parte <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

negocios mundanos.<br />

Los creyentes sinceros examinaban cuidadosamente todos <strong>los</strong> pensamientos y emociones <strong>de</strong> sus<br />

corazones como si estuviesen en el lecho <strong>de</strong> muerte y como si tuviesen que cerrar pronto sus ojos a las<br />

cosas <strong>de</strong> este mundo. No se trataba <strong>de</strong> hacer "vestidos <strong>de</strong> ascensión" (véase el Apéndice), pero todos<br />

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