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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

algunos sig<strong>los</strong>, pero al fin llegó el tiempo en que Roma insistió en que se sometieran. Tras larga serie <strong>de</strong><br />

luchas inútiles, <strong>los</strong> jefes <strong>de</strong> estas iglesias reconocieron aunque <strong>de</strong> mala gana la supremacía <strong>de</strong> aquel<br />

po<strong>de</strong>r al que todo el mundo parecía rendir homenaje. Hubo sin embargo algunos que rehusaron sujetarse<br />

a la autoridad <strong>de</strong> papas o prelados. Determinaron mantenerse leales a Dios y conservar la pureza y<br />

sencillez <strong>de</strong> su fe. Se efectuó una separación. Los que permanecieron firmes en la antigua fe se retiraron;<br />

algunos, abandonando sus tierras <strong>de</strong> <strong>los</strong> Alpes, alzaron el pendón <strong>de</strong> la verdad en países extraños; otros<br />

se refugiaron en <strong>los</strong> valles solitarios y en <strong>los</strong> baluartes peñascosos <strong>de</strong> las montañas, y allí conservaron<br />

su libertad para adorar a Dios. La fe que <strong>por</strong> muchos sig<strong>los</strong> sostuvieron y enseñaron <strong>los</strong> cristianos<br />

val<strong>de</strong>nses contrastaba notablemente con las doctrinas falsas <strong>de</strong> Roma. De acuerdo con el sistema<br />

verda<strong>de</strong>ramente cristiano, fundaban su creencia religiosa en la Palabra <strong>de</strong> Dios escrita.<br />

Pero esos humil<strong>de</strong>s campesinos en sus obscuros retiros, alejados <strong>de</strong>l mundo y sujetos a penosísimo<br />

trabajo diario entre sus rebaños y viñedos, no habían llegado <strong>de</strong> <strong>por</strong> sí al conocimiento <strong>de</strong> la verdad que<br />

se oponía a <strong>los</strong> dogmas y herejías <strong>de</strong> la iglesia apóstata. Su fe no era una fe nueva. Su creencia en materia<br />

<strong>de</strong> religión la habían heredado <strong>de</strong> sus padres. Luchaban en pro <strong>de</strong> la fe <strong>de</strong> la iglesia apostólica, "la fe que<br />

ha sido una vez dada a <strong>los</strong> santos." (S. Judas 3.) "La iglesia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto," y no la soberbia jerarquía que<br />

ocupaba el trono <strong>de</strong> la gran capital, era la verda<strong>de</strong>ra iglesia <strong>de</strong> Cristo, la <strong>de</strong>positaria <strong>de</strong> <strong>los</strong> tesoros <strong>de</strong><br />

verdad que Dios confiara a su pueblo para que <strong>los</strong> diera al mundo.<br />

Entre las causas principales que motivaron la separación entre la verda<strong>de</strong>ra iglesia y Roma, se<br />

contaba el odio <strong>de</strong> ésta hacia el sábado bíblico. Como se había predicho en la profecía, el po<strong>de</strong>r papal<br />

echó <strong>por</strong> tierra la verdad. La ley <strong>de</strong> Dios fue pisoteada mientras que las tradiciones y las costumbres <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> hombres eran ensalzadas. Se obligó a las iglesias que estaban bajo el gobierno <strong>de</strong>l papado a honrar<br />

el domingo como día santo. Entre <strong>los</strong> errores y la superstición que prevalecían, muchos <strong>de</strong> <strong>los</strong> verda<strong>de</strong>ros<br />

hijos <strong>de</strong> Dios se encontraban tan confundidos, que a la vez que observaban el sábado se abstenían <strong>de</strong><br />

trabajar el domingo. Mas esto no satisfacía a <strong>los</strong> jefes papales. No sólo exigían que se santificara el<br />

domingo sino que se profanara el sábado; y acusaban en <strong>los</strong> términos más violentos a <strong>los</strong> que se atrevían<br />

a honrarlo. Sólo huyendo <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Roma era posible obe<strong>de</strong>cer en paz a la ley <strong>de</strong> Dios. Los val<strong>de</strong>nses<br />

se contaron entre <strong>los</strong> primeros <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> <strong>de</strong> Europa que poseyeron una traducción <strong>de</strong> las<br />

Santas Escrituras. (Véase el Apéndice.)<br />

Centenares <strong>de</strong> años antes <strong>de</strong> la Reforma tenían ya la Biblia manuscrita en su propio idioma. Tenían<br />

pues la verdad sin adulteración y esto <strong>los</strong> hizo objeto especial <strong>de</strong>l odio y <strong>de</strong> la persecución. Declaraban<br />

que la iglesia <strong>de</strong> Roma era la Babilonia apóstata <strong>de</strong>l Apocalipsis, y con peligro <strong>de</strong> sus vidas se oponían<br />

a su influencia y principios corruptores. Aunque bajo la presión <strong>de</strong> una larga persecución, algunos<br />

sacrificaron su fe e hicieron poco a poco concesiones en sus principios distintivos, otros se aferraron a<br />

la verdad. Durante sig<strong>los</strong> <strong>de</strong> obscuridad y apostasía, hubo val<strong>de</strong>nses que negaron la supremacía <strong>de</strong> Roma,<br />

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