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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

<strong>El</strong> fuego <strong>de</strong> la verdad divina que se había extinguido casi <strong>por</strong> completo en <strong>los</strong> altares <strong>de</strong>l<br />

protestantismo, iba a pren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> nuevo al contacto <strong>de</strong> la antorcha antigua que al través <strong>de</strong> <strong>los</strong> sig<strong>los</strong> había<br />

quedado firme en manos <strong>de</strong> <strong>los</strong> cristianos <strong>de</strong> Bohemia. Después <strong>de</strong> la Reforma, el protestantismo había<br />

sido pisoteado en Bohemia <strong>por</strong> las hordas <strong>de</strong> Roma. Los que no quisieron renunciar a la verdad tuvieron<br />

que huir. Algunos <strong>de</strong> el<strong>los</strong> que se refugiaron en Sajonia guardaron allí la antigua fe, y <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

<strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> estos cristianos provino la luz que iluminó a Wesley y a sus compañeros. Después <strong>de</strong><br />

haber sido or<strong>de</strong>nados para el ministerio, Juan y Car<strong>los</strong> Wesley fueron enviados como misioneros a<br />

América. Iba también a bordo un grupo <strong>de</strong> moravos. Durante el viaje se <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>naron violentas<br />

tempesta<strong>de</strong>s, y Juan Wesley, viéndose frente a la muerte, no se sintió seguro <strong>de</strong> estar en paz con Dios.<br />

Los alemanes, <strong>por</strong> el contrario, manifestaban una calma y una confianza que él no conocía.<br />

Ya mucho antes —dice él,— había notado yo el carácter serio <strong>de</strong> aquella gente. De su humildad<br />

habían dado pruebas manifiestas, al prestarse a <strong>de</strong>sempeñar en favor <strong>de</strong> <strong>los</strong> otros pasajeros las tareas<br />

serviles que ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> ingleses quería hacer, y al no querer recibir paga <strong>por</strong> estos servicios,<br />

<strong>de</strong>clarando que era un beneficio para sus altivos corazones y que su amante Salvador había hecho más<br />

<strong>por</strong> el<strong>los</strong>. Y día tras día manifestaban una mansedumbre que ninguna injuria podía alterar. Si eran<br />

empujados, golpeados o <strong>de</strong>rribados, se ponían en pie y se marchaban a otro lugar; pero sin quejarse.<br />

Ahora se presentaba la o<strong>por</strong>tunidad <strong>de</strong> probar si habían quedado tan libres <strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong> temor como<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong> orgullo, ira y venganza. Cuando iban a la mitad <strong>de</strong>l salmo que estaban entonando al comenzar su<br />

culto, el mar embravecido <strong>de</strong>sgarró la vela mayor, anegó la embarcación, y penetró <strong>de</strong> tal modo <strong>por</strong> la<br />

cubierta que parecía que las tremendas profundida<strong>de</strong>s nos habían tragado ya. Los ingleses se pusieron a<br />

gritar <strong>de</strong>saforadamente. Los alemanes siguieron cantando con serenidad. Más tar<strong>de</strong>, pregunté a uno <strong>de</strong><br />

el<strong>los</strong>: '¿No tuvisteis miedo?' Y me dijo: 'No; gracias a Dios.' Volví a preguntarle: '¿No tenían temor las<br />

mujeres y <strong>los</strong> niños?' Y me contestó con calma: 'No; nuestras mujeres y nuestros niños no tienen miedo<br />

<strong>de</strong> morir.' " —<strong>White</strong>head, op. cit., pág. 10.<br />

Al arribar a Savannah vivió Wesley algún tiempo con <strong>los</strong> moravos y quedó muy impresionado<br />

<strong>por</strong> su com<strong>por</strong>tamiento cristiano. Refiriéndose a uno <strong>de</strong> sus servicios religiosos que contrastaba<br />

notablemente con el formalismo sin vida <strong>de</strong> la iglesia anglicana, dijo: "La gran sencillez y solemnidad<br />

<strong>de</strong>l acto entero casi me hicieron olvidar <strong>los</strong> diecisiete sig<strong>los</strong> transcurridos, y me parecía estar en una <strong>de</strong><br />

las asambleas don<strong>de</strong> no había fórmulas ni jerarquía, sino don<strong>de</strong> presidía Pablo, el tejedor <strong>de</strong> tiendas, o<br />

Pedro, el pescador, y don<strong>de</strong> se manifestaba el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Espíritu." —Id., págs. 11, 12. Al regresar a<br />

Inglaterra, Wesley, bajo la dirección <strong>de</strong> un predicador moravo llegó a una inteligencia más clara <strong>de</strong> la fe<br />

bíblica. Llegó al convencimiento <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía renunciar <strong>por</strong> completo a <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> sus propias obras<br />

para la salvación, y confiar plenamente en el "Cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Dios, que quita el pecado <strong>de</strong>l mundo." En una<br />

reunión <strong>de</strong> la sociedad morava, en Londres, se leyó una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Lutero que <strong>de</strong>scribía el cambio<br />

que obra el Espíritu <strong>de</strong> Dios en el corazón <strong>de</strong>l creyente. Al escucharlo Wesley, se encendió la fe en su<br />

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