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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

rechazaron a Cristo; el gran pecado <strong>de</strong>l mundo cristiano iba a consistir en que rechazaría la ley <strong>de</strong> Dios,<br />

que es el fundamento <strong>de</strong> su gobierno en el cielo y en la tierra. Los preceptos <strong>de</strong>l Señor iban a ser<br />

menospreciados y anulados. Millones <strong>de</strong> almas sujetas al pecado, esclavas <strong>de</strong> Satanás, con<strong>de</strong>nadas a<br />

sufrir la segunda muerte, se negarían a escuchar las palabras <strong>de</strong> verdad en el día <strong>de</strong> su visitación. ¡Terrible<br />

ceguedad, extraña infatuación! Dos días antes <strong>de</strong> la Pascua, cuando Cristo se había <strong>de</strong>spedido ya <strong>de</strong>l<br />

templo <strong>por</strong> última vez, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>nunciado públicamente la hipocresía <strong>de</strong> <strong>los</strong> príncipes <strong>de</strong> Israel,<br />

volvió al monte <strong>de</strong> <strong>los</strong> Olivos, acompañado <strong>de</strong> sus discípu<strong>los</strong> y se sentó entre el<strong>los</strong> en una la<strong>de</strong>ra cubierta<br />

<strong>de</strong> blando césped, dominando con la vista la ciudad. Una vez más contempló sus muros, torres y palacios.<br />

Una vez más miró el templo que en su <strong>de</strong>slumbrante esplendor parecía una dia<strong>de</strong>ma <strong>de</strong> hermosura que<br />

coronara al sagrado monte.<br />

Mil años antes el salmista había magnificado la bondad <strong>de</strong> Dios hacia Israel <strong>por</strong>que había escogido<br />

aquel templocomo su morada. "En Salem está su tabernáculo, y su habitación en Sión." "Escogió la<br />

tribu <strong>de</strong> Judá, el monte <strong>de</strong> Sión, al cual amó. Y edificó su santuario a manera <strong>de</strong> eminencia." (Salmos<br />

76: 2; 78: 68, 69.) <strong>El</strong> primer templo había sido erigido durante la época <strong>de</strong> mayor prosperidad en la<br />

historia <strong>de</strong> Israel. Vastos almacenes fueron construidos para contener <strong>los</strong> tesoros que con dicho propósito<br />

acumulara el rey David, y <strong>los</strong> planos para la edificación <strong>de</strong>l templo fueron hechos <strong>por</strong> inspiración divina.<br />

(1 Crónicas 28: 12, 19.) Salomón, el más sabio <strong>de</strong> <strong>los</strong> monarcas <strong>de</strong> Israel, completó la obra. Este templo<br />

resultó ser el edificio más soberbio que este mundo haya visto. No obstante, el Señor <strong>de</strong>claró <strong>por</strong> boca<br />

<strong>de</strong>l profeta Aggeo, refiriéndose al segundo templo: "Mayor será la gloria postrera <strong>de</strong> esta Casa que la<br />

gloria anterior." "Sacudiré todas las naciones, y vendrá el Deseado <strong>de</strong> todas las naciones; y llenaré esta<br />

Casa <strong>de</strong> gloria, dice Jehová <strong>de</strong> <strong>los</strong> Ejércitos." (Aggeo 2: 9, 7, V.M.) Después <strong>de</strong> su <strong>de</strong>strucción <strong>por</strong><br />

Nabucodonosor, el templo fue reconstruído unos cinco sig<strong>los</strong> antes <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong> Cristo <strong>por</strong> un<br />

pueblo que tras largo cautiverio había vuelto a su país asolado y casi <strong>de</strong>sierto. Había entonces en Israel<br />

algunos hombres muy ancianos que habían visto la gloria <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Salomón y que lloraban al ver<br />

el templo nuevo que parecía tan inferior al anterior. <strong>El</strong> sentimiento que dominaba entre el pueblo nos es<br />

fielmente <strong>de</strong>scrito <strong>por</strong> el profeta cuando dice: "¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta<br />

casa en su primera gloria, y cual ahora la veis? ¿No es ella como nada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> vuestros ojos?" (Aggeo<br />

2: 3; Esdras 3: 12.)<br />

Entonces fue dada la promesa <strong>de</strong> que la gloria <strong>de</strong>l segundo templo sería mayor que la <strong>de</strong>l primero.<br />

Pero el segundo templo no igualó al primero en magnificencia ni fue santificado <strong>por</strong> las señales visibles<br />

<strong>de</strong> la presencia divina con que lo fuera el templo <strong>de</strong> Salomón, ni hubo tampoco manifestaciones <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

sobrenatural que dieran realce a su <strong>de</strong>dicación. Ninguna nube <strong>de</strong> gloria cubrió al santuario que acababa<br />

<strong>de</strong> ser erigido; no hubo fuego que <strong>de</strong>scendiera <strong>de</strong>l cielo para consumir el sacrificio sobre el altar. La<br />

manifestación divina no se encontraba ya entre <strong>los</strong> querubines en el lugar santísimo; ya no estaban allí<br />

el arca <strong>de</strong>l testimonio, ni el propiciatorio, ni las tablas <strong>de</strong> la ley. Ninguna voz <strong>de</strong>l cielo se <strong>de</strong>jaba oír para<br />

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