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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Capítulo 26 : Los Estados Uni<strong>de</strong>os en la Profecía<br />

"FUE abierto el templo <strong>de</strong> Dios en el cielo, y fue vista en su templo el arca <strong>de</strong> su pacto."<br />

(Apocalipsis 11: 19, V.M.) <strong>El</strong> arca <strong>de</strong>l pacto <strong>de</strong> Dios está en el lugar santísimo, en el segundo<br />

<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong>l santuario. En el servicio <strong>de</strong>l tabernáculo terrenal, que servía "<strong>de</strong> mera representación<br />

y sombra <strong>de</strong> las cosas celestiales," este <strong>de</strong>partamento sólo se abría en el gran día <strong>de</strong> las expiaciones para<br />

la purificación <strong>de</strong>l santuario. Por consiguiente, la proclamación <strong>de</strong> que el templo <strong>de</strong> Dios fue abierto en<br />

el cielo y fue vista el arca <strong>de</strong> su pacto, indica que el lugar santísimo <strong>de</strong>l santuario celestial fue abierto en<br />

1844, cuando Cristo entró en él para consumar la obra final <strong>de</strong> la expiación. Los que <strong>por</strong> fe siguieron a<br />

su gran Sumo Sacerdote cuando dio principio a su ministerio en el lugar santísimo, contemplaron el arca<br />

<strong>de</strong> su pacto. Habiendo estudiado el asunto <strong>de</strong>l santuario, llegaron a enten<strong>de</strong>r el cambio que se había<br />

realizado en el ministerio <strong>de</strong>l Salvador, y vieron que éste estaba entonces oficiando como intercesor ante<br />

el arca <strong>de</strong> Dios, y ofrecía su sangre en favor <strong>de</strong> <strong>los</strong> pecadores.<br />

<strong>El</strong> arca que estaba en el tabernáculo terrenal contenía las dos tablas <strong>de</strong> piedra, en que estaban<br />

inscritos <strong>los</strong> preceptos <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> Dios. <strong>El</strong> arca era un mero receptáculo <strong>de</strong> las tablas <strong>de</strong> la ley, y era<br />

esta ley divina la que le daba su valor y su carácter sagrado a aquélla. Cuando fue abierto el templo <strong>de</strong><br />

Dios en el cielo, se vio el arca <strong>de</strong> su pacto. En el lugar santísimo, en el santuario celestial, es don<strong>de</strong> se<br />

encuentra inviolablemente encerrada la ley divina —la ley promulgada <strong>por</strong> el mismo Dios entre <strong>los</strong><br />

truenos <strong>de</strong>l Sinaí y escrita con su propio <strong>de</strong>do en las tablas <strong>de</strong> piedra. La ley <strong>de</strong> Dios que se encuentra<br />

en el santuario celestial es el gran original <strong>de</strong>l que <strong>los</strong> preceptos grabados en las tablas <strong>de</strong> piedra y<br />

consignados <strong>por</strong> Moisés en el Pentateuco eran copia exacta. Los que llegaron a compren<strong>de</strong>r este punto<br />

im<strong>por</strong>tante fueron inducidos a reconocer el carácter sagrado e invariable <strong>de</strong> la ley divina. Comprendieron<br />

mejor que nunca la fuerza <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong>l Salvador: "Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera<br />

una jota ni un til<strong>de</strong> pasará <strong>de</strong> la ley." (S. Mateo 5: 18, V.M.) Como la ley <strong>de</strong> Dios es una revelación <strong>de</strong><br />

su voluntad, un trasunto <strong>de</strong> su carácter, <strong>de</strong>be permanecer para siempre "com testigo fiel en el cielo." Ni<br />

un mandamiento ha sido anulado; ni un punto ni un til<strong>de</strong> han sido cambiados. Dice el salmista: "¡Hasta<br />

la eternidad, oh Jehová, tu palabra permanece en el cielo!" "Seguros son todos sus preceptos;<br />

establecidos para siempre jamás." (Salmos 119: 89; 111: 7, 8, V.M.)<br />

En el corazón mismo <strong>de</strong>l Decálogo se encuentra el cuarto mandamiento, tal cual fue proclamado<br />

originalmente: "Acordarte has <strong>de</strong>l día <strong>de</strong>l Sábado, para santificarlo. Seis días trabajarás, harás toda tu<br />

obra; mas el séptimo día será Sábado a Jehová tu Dios: no hagas obra ninguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija;<br />

ni tu siervo, ni tu criada; ni tu bestia, ni tu extranjero, que está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tus puertas: <strong>por</strong>que en seis días<br />

hizo Jehová <strong>los</strong> cie<strong>los</strong> y la tierra, la mar y todas las cosas que en el<strong>los</strong> hay; y en el día séptimo reposó:<br />

<strong>por</strong> tanto Jehová bendijo el día <strong>de</strong>l Sábado, y lo santificó." (Éxodo 20: 8-11, Versión Valera <strong>de</strong> la S.B.A.)<br />

<strong>El</strong> Espíritu <strong>de</strong> Dios obró en <strong>los</strong> corazones <strong>de</strong> esos cristianos que estudiaban su Palabra, y quedaron<br />

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