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El Conflicto de los Siglos por Elena G de White [Edicion Completa]

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

Se recrudece una guerra espiritual. Embatallados en El Conflicto de los Siglos, desde la eternidad pasada hasta los tiempos actuales, se están luchando dos fuerzas una contra el otra por la soberanía universal. Este libro se explica cómo inició la guerra, cómo llegará el punto culminante y cómo se terminará. Con desarrollos muy chocantes que pican la mente y despiertan las ascuas del alma, también la obra ilumina la visión y da revelación acerca de la manipulación espiritual, la política mundial, los regímenes represivos, los movimientos religiosos, los derechos y las libertades amenazados y la decodificación del misterio de la profecía.

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

<strong>los</strong> argumentos <strong>de</strong> la razón y a la voz <strong>de</strong> la conciencia, no reconocían <strong>los</strong> miembros más ley, ni más<br />

sujeción que las <strong>de</strong> su or<strong>de</strong>n, y no tenían más preocupación que la <strong>de</strong> exten<strong>de</strong>r su po<strong>de</strong>río. (Véase el<br />

Apéndice.) <strong>El</strong> Evangelio <strong>de</strong> Cristo había capacitado a sus adherentes para arrostrar <strong>los</strong> peligros y so<strong>por</strong>tar<br />

<strong>los</strong> pa<strong>de</strong>cimientos, sin <strong>de</strong>smayar <strong>por</strong> el frío, el hambre, el trabajo o la miseria, y para sostener con<br />

<strong>de</strong>nuedo el estandarte <strong>de</strong> la verdad frente al potro, al calabozo y a la hoguera. Para combatir contra estas<br />

fuerzas, el jesuitismo inspiraba a sus a<strong>de</strong>ptos un fanatismo tal, que <strong>los</strong> habilitaba para so<strong>por</strong>tar peligros<br />

similares y oponer al po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la verdad todas las armas <strong>de</strong>l engaño. Para el<strong>los</strong> ningún crimen era<br />

<strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>, ninguna mentira <strong>de</strong>masiado vil, ningún disfraz <strong>de</strong>masiado difícil <strong>de</strong> llevar. Ligados<br />

<strong>por</strong> votos <strong>de</strong> pobreza y <strong>de</strong> humildad perpetuas, estudiaban el arte <strong>de</strong> adueñarse <strong>de</strong> la riqueza y <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r<br />

para consagrar<strong>los</strong> a la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l protestantismo y al restablecimiento <strong>de</strong> la supremacía papal.<br />

Al darse a conocer como miembros <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n, se presentaban con cierto aire <strong>de</strong> santidad,<br />

visitando las cárceles, atendiendo a <strong>los</strong> enfermos y a <strong>los</strong> pobres, haciendo profesión <strong>de</strong> haber renunciado<br />

al mundo, y llevando el sagrado nombre <strong>de</strong> Jesús, <strong>de</strong> Aquel que anduvo haciendo bienes. Pero bajo esta<br />

fingida mansedumbre, ocultaban a menudo propósitos criminales y mortíferos. Era un principio<br />

fundamental <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n, que el fin justifica <strong>los</strong> medios. Según dicho principio, la mentira, el robo, el<br />

perjurio y el asesinato, no sólo eran perdonables, sino dignos <strong>de</strong> ser recomendados. siempre que vieran<br />

<strong>los</strong> intereses <strong>de</strong> la iglesia. Con muy diversos disfraces se introducían <strong>los</strong> jesuítas en <strong>los</strong> puestos <strong>de</strong>l estado,<br />

elevándose hasta la categoría <strong>de</strong> consejeros <strong>de</strong> <strong>los</strong> reyes, y dirigiendo la política <strong>de</strong> las naciones. Se<br />

hacían criados para convertirse en espías <strong>de</strong> sus señores. Establecían colegios para <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> príncipes<br />

y nobles, y escuelas para <strong>los</strong> <strong>de</strong>l pueblo; y <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> padres protestantes eran inducidos a observar <strong>los</strong><br />

ritos romanistas. Toda la pompa exterior <strong>de</strong>splegada en el culto <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> Roma se aplicaba a<br />

confundir la mente y ofuscar y embaucar la imaginación, para que <strong>los</strong> hijos traicionaran aquella libertad<br />

<strong>por</strong> la cual sus padres habían trabajado y <strong>de</strong>rramado su sangre. Los jesuítas se esparcieron rápidamente<br />

<strong>por</strong> toda Europa y doquiera iban lograban reavivar el papismo.<br />

Para otorgarles más po<strong>de</strong>r, se expidió una bula que restablecía la Inquisición. (Véase el Apéndice.)<br />

No obstante el odio general que inspiraba, aun en <strong>los</strong> países católicos, el terrible tribunal fue restablecido<br />

<strong>por</strong> <strong>los</strong> gobernantes obedientes al papa; y muchas atrocida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>masiado terribles para cometerse a la<br />

luz <strong>de</strong>l día, volvieron a perpetrarse en <strong>los</strong> secretos y obscuros calabozos. En muchos países, miles y<br />

miles <strong>de</strong> representantes <strong>de</strong> la flor y nata <strong>de</strong> la nación, <strong>de</strong> <strong>los</strong> más puros y nobles, <strong>de</strong> <strong>los</strong> más inteligentes<br />

y cultos, <strong>de</strong> <strong>los</strong> pastores más piadosos y abnegados, <strong>de</strong> <strong>los</strong> ciudadanos más patriotas e industriosos, <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> más brillantes literatos, <strong>de</strong> <strong>los</strong> artistas <strong>de</strong> más talento y <strong>de</strong> <strong>los</strong> artesanos más expertos, fueron<br />

asesinados o se vieron obligados a huir a otras tierras. Estos eran <strong>los</strong> medios <strong>de</strong> que se valía Roma para<br />

apagar la luz <strong>de</strong> la Reforma, para privar <strong>de</strong> la Biblia a <strong>los</strong> hombres, y restaurar la ignorancia y la<br />

superstición <strong>de</strong> la Edad Media. Empero, <strong>de</strong>bido a la bendición <strong>de</strong> Dios y al esfuerzo <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> nobles<br />

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