30.09.2016 Views

Henry Rider Haggard-Las minas del rey salomón

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—No te batas, blanco, hermano mío —dijo Ignosi poniendo cariñosamente<br />

la mano sobre el brazo de sir Enrique— bastante has combatido hoy, y si algo<br />

te aconteciera se me partiría el corazón.<br />

—Me batiré, Ignosi.<br />

—Hágase tu voluntad, eres un valiente. Será un hermoso combate. Twala,<br />

el Elefante espera por ti.<br />

El destronado monarca lanzó una salvaje carcajada, y marchando hacia<br />

Curtis se le colocó enfrente. Por unos segundos permanecieron inmóviles, y<br />

sus gigantescos cuerpos, envueltos por los últimos rayos <strong>del</strong> sol, parecieron<br />

vestidos con llamas. Eran dignos adversarios. Enseguida comenzaron a girar<br />

el uno en derredor <strong>del</strong> otro, con las hachas en alto.<br />

De repente, sir Enrique, arremetiendo a su adversario, le descargó un<br />

descomunal hachazo, que éste esquivó por un hábil salto de costado; y tal fue<br />

la fuerza <strong>del</strong> golpe, que el arma al herir en vago, arrastró a su esgrimidor,<br />

descompuso su guardia, y lo dejó descubierto; circunstancia no desperdiciada<br />

por el contrario, quien, describiendo un círculo con la suya en torno de la<br />

cabeza, le asestó un tremendo tajo. La sangre se me heló; lo di todo por<br />

terminado. Pero no, nuestro amigo, a<strong>del</strong>antando rápidamente su escudo, paró<br />

en él el hacha, que, cortándolo en limpio por el borde exterior, fue a caer<br />

inofensiva sobre su hombro izquierdo. Enseguida, sir Enrique tiró otro golpe a<br />

Twala, que éste recibió también en su escudo y entonces se sucedieron, sin<br />

intermisión alguna, hachazo tras hachazo, ora contenidos con los escudos, ora<br />

evitados por un movimiento de los combatientes. La más intensa excitación se<br />

apoderó de los espectadores: los Búfalos, olvidando la disciplina, rompieron la<br />

formación, y acercándose al sitio <strong>del</strong> mortal duelo, lanzaban a cada golpe<br />

ruidosas exclamaciones. Precisamente en este instante, Good, quien había sido<br />

colocado sobre el suelo cerca de mí, volvió de su desmayo, y sentándose<br />

percibió lo que ocurría. Inmediatamente se levantó, me agarró por un brazo y<br />

encogiendo su pierna lisiada, saltó de un lugar a otro, arrastrándome tras él y<br />

animando a sir Enrique con sus voces.<br />

—¡Cierra con él, camarada! ¡Otro como ese! ¡bueno! ¡Pégale en los<br />

entrepuentes! —y así sucesivamente.<br />

Al cabo de un momento, sir Enrique, recogiendo con su escudo el hacha de<br />

su adversario, le envió un furioso tajo, que partiéndole el suyo y rompiéndole<br />

las mallas de la cota, le hirió en el hombro. Con un grito de rabia y de dolor,<br />

Twala le devolvió el golpe con interés tal, que, cortando en redondo el mango<br />

de cuerno de rinoceronte reforzado con lá<strong>minas</strong> de acero <strong>del</strong> hacha de Curtis,<br />

le hirió a su vez en la cara.<br />

Una desalentada exclamación partió de los Búfalos al ver rodar por el<br />

suelo el hierro <strong>del</strong> arma de nuestro héroe; y Twala, alzando la suya, se<br />

abalanzó a él con un grito de triunfo. Yo cerré los ojos. Cuando los volví a<br />

abrir, fue para ver el escudo de sir Enrique por tierra, y a éste apretando, entre<br />

sus vigorosos brazos el robusto cuerpo de su antagonista. Yendo de un lado a<br />

otro lucharon a brazo partido, apretándose, cual irritados osos, con todo el

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!