30.09.2016 Views

Henry Rider Haggard-Las minas del rey salomón

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Está bien. Demasiado sabía que al fin encontraría un medio para hacerte<br />

hablar. Mañana irás con Infadús y mis hermanos blancos al citado sitio; y,<br />

guárdate de no cumplir tu palabra, porque si los engañas, te hará morir poco a<br />

poco.<br />

—Lo cumpliré, Ignosi. Jamás falto a mi propósito: ¡ah! ¡ah! ¡ah! Una vez<br />

una mujer mostró ese sitio a un hombre blanco y sabed que la desgracia cayó<br />

sobre él —y al decir esto sus ojos brillaron con siniestro fulgor—. Su nombre<br />

también era Gagaula. Quizá yo sea aquella mujer.<br />

—Mientes —le repliqué— desde que eso ocurrió han pasado diez<br />

generaciones.<br />

—Puede ser, puede ser, cuando se vive mucho, se pierde la memoria. Tal<br />

vez la madre de mi madre me lo contó, también se llamaba Gagaula. Pero, oíd,<br />

hallaréis en el lugar de las brillantes baratijas, un saco de cuero lleno de<br />

piedras. Aquel hombre las colocó en él, pero jamás pudo sacarlo de allí. ¡La<br />

desgracia lo aniquiló, os lo advierto, la desgracia lo aniquiló! Tal vez la madre<br />

de mi madre me lo contó. Será un alegre viaje, veremos de paso los cuerpos<br />

de los que murieron en la batalla. Ya habrán perdido los ojos y tendrán las<br />

costillas descarnadas. ¡Ah! ¡ah! ¡ah!

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!