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Henry Rider Haggard Las minas del r
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Este registro fiel, pero sin preten
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Introducción Ahora que este libro,
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alguna, excepto Foulata. ¡Detengá
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primavera de la vida. Quizás a ell
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Añadía usted que, en efecto, vend
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Capítulo II La leyenda de las mina
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—Adiós, adiós señor, si alguna
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tinta. Si mi esclavo lo encuentra c
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entregues enseguida, porque no me a
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plácido mar y da cierta vida a la
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muy lejos. Dicho esto, si la muerte
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nuestra permanencia en Durbán oper
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palabras. «Ojalá, hombres blancos
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que le acometiera un acceso de mal
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Good de un salto se puso en pie, an
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cómo Good se las había arreglado
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Capítulo V En marcha por el desier
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—Estaba seguro de ello —exclam
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y que si moríamos y trataba de rob
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desde largo tiempo hacía, el sol l
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me expusiera el hombre o las fieras
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Capítulo VI ¡Agua! ¡Agua! Dos ho
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como los pechos de una virgen, para
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Las once serían, cuando desfalleci
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22.— A la salida del sol, aunque
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encima del desierto, para derramar
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—Sí, y ved aquí de dónde obtuv
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enterrándolos por cortos minutos e
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—¡Ya lo sé! no cabe la menor du
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de grasa con que había sacado lust
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nativo, al parecer jefe de los dem
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—Entonces —le dije arrogantemen
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Capítulo VIII En la tierra de los
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—¿Y cuál fue la suerte de la es
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Cada compañía, perfectamente alin
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Terminada la comida cargamos nuestr
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Nos dirigió una rápida mirada, po
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nos permitían. Good la emprendió
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¿Qué tienes que decir? —Vimos a
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—Es preciso que lo haga. Si falla
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piedras que brillan: yo lo sé… y
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—Pues bien, la suerte quiso que l
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¡Hágase la voluntad de Dios! Ahor
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Mientras hablábamos, continuamos a
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aproximaba siempre arrastrándose,
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—Atrás, perros —les grité yo,
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continuarán adictos al Rey, que lo
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—A dos millas de Loo —prosigui
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dejaste te dan por muerto»; pero t
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—¡Ten ánimo! —prosiguió la m
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luna! extingue tu luz, tu pura o in
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Capítulo XII Antes de la batalla A
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—Sí —contestaron los soldados.
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silenciosos, allá entre las monta
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Próximamente al asomar el alba, In
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Capítulo XIII El ataque Lentamente
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dejaron marcada con charcos de sang
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—¡Gracias al Cielo que lo trae p
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ecibido y devorado sus raciones, la
- Page 121 and 122: —¡Ved a vuestro rey! —terminó
- Page 123 and 124: lanzaron como un rayo contra ellos.
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- Page 127 and 128: Good no hacia ningún movimiento, y
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- Page 131 and 132: menos armonioso que el antiguo grie
- Page 133 and 134: Capítulo XV Good cae enfermo Inmed
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- Page 139 and 140: —¿Para qué me quieres, Ignosi?
- Page 141 and 142: Capítulo XVI La morada de la muert
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- Page 145 and 146: elegantes y delicadas, hacia la dis
- Page 147 and 148: inclinaba sobre ella de manera que
- Page 149 and 150: Capítulo XVII El tesoro de Salomó
- Page 151 and 152: —¿Ha entrado alguien más aquí?
- Page 153 and 154: —¡Ah! Macumazahn, el que siempre
- Page 155 and 156: —¿Bougwan —preguntó la joven
- Page 157 and 158: ansiosos en pos de tesoros ha sido
- Page 159 and 160: —¿Y con qué objeto? —replicó
- Page 161 and 162: Llegole el turno a sir Enrique, y l
- Page 163 and 164: Mientras dominados por tan sombría
- Page 165 and 166: gran mina de diamantes. En cuanto a
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- Page 171: No creo que las piernas de Good vue
- Page 175 and 176: suceso más maravilloso que puede o
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