30.09.2016 Views

Henry Rider Haggard-Las minas del rey salomón

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¿Bougwan —preguntó la joven después de un corto silencio—,<br />

Macumazahn está aquí? se ha puesto tan obscuro que ya no puedo ver.<br />

—Aquí estoy, Foulata.<br />

—Macumazahn, habla por mí, te lo ruego, porque Bougwan no puede<br />

entenderme, y quisiera, antes de callar para siempre, decirle unas palabras.<br />

—Dilas, Foulata, que yo se las repetiré.<br />

—Di a Bougwan, mi Señor, que… le amo, y muero dichosa, porque le amo<br />

sin esperanzas, que el sol no se aviene con la noche, ni el blancor con la<br />

negrura.<br />

»Dile que muchas veces he sentido como si en mi pecho anidara un<br />

pajarillo, que algún día, tendiendo las alas volaría de él, para entonar sus<br />

gorjeos; aún ahora, ahora que no puedo levantar mi mano… y mi cabeza se<br />

enfría, no me parece que mi corazón va a morir; hay tanto amor en él que<br />

viviría mil años sin jamás envejecer. Dile que en la nueva existencia que me<br />

aguarda, quizá le encontraré en las estrellas, que… en todas le buscaré,<br />

aunque todavía, allá sea yo negra… y él sea blanco. Dile… no, Macumazahn,<br />

no le digas nada más sino que le amo… ¡Oh! Bougwan apriétame contra ti, no<br />

siento tus brazos… ¡ah! ¡ah!<br />

—¡Muerta! ¡muerta! —exclamó Good sollozando, mientras las lágrimas<br />

corrían por su honrada cara.<br />

—No sé por qué se toma la pena de entristecerse tanto, mi buen amigo —<br />

dijo sir Enrique.<br />

—¡Eh! ¿qué quiere usted decir?<br />

—Quiero decir que pronto estará usted en posición de reunirse con ella.<br />

¿Hombre, no ve que estamos enterrados vivos?<br />

Hasta que sir Enrique pronunció estas palabras, no me di cuenta,<br />

preocupado con la agonía de la pobre Foulata, de los horrores de nuestra<br />

situación. Ahora los veía en su espantosa realidad. La pesada roca había caído,<br />

y a no dudar, para siempre; porque la única persona que conocía su secreto<br />

yacía aplastada bajo su enorme masa.<br />

Por algunos minutos, permanecimos inmóviles y aterrorizados, junto al<br />

cadáver de Foulata. Nuestra energía parecía habernos abandonado. En el<br />

primer momento, la idea <strong>del</strong> lento y miserable fin que nos aguardaba,<br />

materialmente nos anonadó. Ahora lo comprendíamos todo, la malvada<br />

Gagaula, desde un principio, nos había preparado este lazo. Su espíritu<br />

infernal se gozaba con la asechanza que llevaba a perecer de hambre y de sed<br />

a los tres hombres blancos, a quienes odiaba mortalmente, en presencia <strong>del</strong><br />

tesoro que ambicionaban poseer. Ahora también comprendíamos el inhumano<br />

sentido de sus escarnios al decirnos que comiéramos y bebiéramos diamantes.<br />

Quizás alguien trató de hacer la misma jugada al antiguo fidalgo, cuando<br />

abandonó en su huída el saco de pedrería.<br />

—El abatimiento no nos sacará <strong>del</strong> paso —dijo broncamente sir Enrique, la<br />

lámpara pronto se extinguirá y, mientras dure, veamos, si podemos dar con el<br />

resorte de la puerta.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!